diario de un vallisoletano curioso

jueves, 19 de noviembre de 2009

Un túnel azul, empapeladamente humano


Hay otro Valladolid, el de los túneles. No es un Valladolid visitable, ni de permanecer en él, no está pensado para eso, sino un Valladolid obligado y de paso. A ningún amigo que nos venga a ver se nos ocurriría mostrárselo, pero nos transmite abrigo y a muchos hasta recuerdos. Nadie vive en él, y sin embargo muchos ciudadanos invierten muchos minutos a lo largo de su vida en ese espacio soterrado. Es un elemento que a fuerza de ser usado y debido a su mínima estética -prima absolutamente lo pragmático- pasa desapercibido incluso para los viandantes, que sólo desean transitarlo lo más rápidamente posible.


El ferrocarril fue el elemento productivo regenerador de la ciudad desde la segunda mitad del siglo XIX. No sólo por establecerse unos talleres de reparación importantes, sino por las líneas de circulación de trenes que se pusieron en marcha. Por lo tanto, el trazado ferroviario, que al principio estaba fuera del caserío, acabó dividiendo en dos la ciudad.


Ciertamente hay un barrio de época moderna ya también centenario, justo el que surgió en función de la proximidad de los Talleres ferroviarios. Y que no dejado de crecer incluso en los últimos períodos de la industrialización de Valladolid en el siglo XX. Es el barrio de Las Delicias. Pero el resto de barrios que han crecido al otro lado de la vía son ya del tiempo de los polígonos de desarrollo industrial.


Al principio, el ferrocarril no estaba cercado como ahora. Las tapias, alambradas y vallas son recientes, de distintas épocas, algunas de hace cincuenta años, otras de algo menos. Ni que decir tiene que el vallado dotó de una fealdad supina al eje Norte-Sur de la ciudad. Solamente primaba la idea de evitar accidentes o gamberradas. De ahí que exista un vallado continuo que oscila entre muros grises desgastados o alambradas dignas de un campo de concentración.

Así que la penosa tarea de atravesar de una zona a la otra de la vía quedaba partida también, según qué zonas de este corredor de Valladolid, entre pasos en superficie (aún permanece el de La Pilarica, y hasta el reciente AVE todavía funcionaban el de La Esperanza, el Arca Real y el Pinar) Por otra parte, en zonas más céntricas que éstas se abrieron túneles tanto para vehículos como para peatones. Los Vadillos-Los Pajarillos, Circular-San Isidro, Arco de Ladrillo y Las Delicias son los puntos donde se encuentran, si bien su vida ya está sentenciada en la medida en que se soterre el trazado ferroviario por las exigencias de la Alta Velocidad y se desvíen los trenes de mercancías.

Es el túnel de Las Delicias el más veterano, de finales de los años cuarenta del siglo pasado. Cuando la circulación automovilística era mínima, lo cual ha proporcionado un túnel de vehículos con calzadas sumamente estrechas, y en el que se producían frecuentes inundaciones cuando llovía fuerte. Paralelamente, está el entrañable túnel de peatones, que hasta hace unos años era más corto, y que comunicaba desde la calle de la Estación hasta el otro lado de la vía. Posteriormente abrieron otra salida, ya más dentro de la calle Labradores.



Si la parte más vieja tiene una bóveda más o menos de medio punto, lo nuevo sigue el estándar de simple dintel de cemento. A mi me gusta lo viejo. Lugar de paso rápido, como he dicho antes, temeroso por las noches, aunque la iluminación sea más intensa, casi siempre ha sido un escaparate de reivindicaciones políticas, de protestas sociales, de reclamaciones cívicas de todo tipo, cuyos afiches y pintadas se superponen en una cinta sin fin. Un mural permanente que a unos les parecerá cutre pero que otros opinan que proporciona calidez y expresión de la vida urbana. Si sus días están contados, yo propondré que su parte más primitiva permanezca como testigo no sólo arqueológico sino de memoria social. No sé si el arquitecto Rogers habrá pensado en ello, ni si las autoridades que deciden estarán por un costo más. Pero su función bien merece un recuerdo vivo.



(Este post se lo dedico a mi primo Antonio, con quien tanto paseo para arriba y para abajo del túnel he compartido en los viejos tiempos)

4 comentarios:

  1. ¡como me lo conozco!Y que deprisa lo paso...

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  2. Preciosos texto e imágenes.

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  3. Batido. Bueno, un túnel es para pasarlo deprisa, sea a pie, en tren o en coche. Un túnel es tránsito, espacio para salvar barreras, para acortar o...para fugarse (¿cuántos presos no se fugaron de la cárcel a través de un túnel?

    Un túnel es también metáfora: cuando un individuo se encuentra sumergido en una crisis se suele decir que se halla en un túnel. Y este símil tiene una segunda parte, preciosa y esperanzadora: ver luz al final del túnel, es decir, ver que se remonta la situación, que aquello no ha sido el final, que es posible salir de los problemas y que se sale realmente. Aunque la salida siempre encontrará otro territorio.

    ¿Sabes, Batido? Lo que más me gusta de las palabras que designan lo físico exterior, es que sirven para ser utilizadas por los hombres para lo físico interior, es decir, el alma, la personalidad, la conciencia, la psiqué o como se quiera llamar.

    No sé cuántas veces habrás pasado por ese túnel, pero te juro que yo lo he hecho miles. Tiempo y espacio van de la mano.

    Buen día. Disculpa mi enrrolle y gracias por tu intervención.

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  4. Manuel. Eres bondadoso con mi post. La verdad es que el túnel, así, en azul, empapelado, pintorreado, me parece meno impersonal que otros túneles. Pero es el paso de las gentes lo que dota de vida y movilidad a un hueco que, como digo a Batido, está pleno y pletórico de metáforas.

    La ciudad es una relación de causa a efecto sobre los individuos, ya no sólo en su rol de ciudadanos, sino en el más íntimo. La ciudad, y cada detalle, con significados alternos y diversos, se constituye en un bumerán: o caza una pieza fuera de ti y te aporta conocimiento, o retorna a tus manos para seguir probando.

    Se agradece tu coment. Salud.

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