Descubrir la espontaneidad de la calle. Nada es verdad ni mentira, decía el poeta. Ejercitar la crítica consiste a veces en terminar una palabra imaginaria. La que no se llega a enunciar apenas. Un vocablo posible, una idea, una esperanza, un estímulo. No por llevar virgulilla, la E es más sacra. No por poner carteles para publicitar la inversión millonaria se ventilan los problemas. La crítica que pasaba por allí fue directa, rigurosa, agria. Categórica, se podría decir. Sin concesiones a la mejora de la situación. A pesar de eso, expresarse es importante. Y válido. Siempre que no se reduzcan los significados. Siempre que no se haga demagogia. Siempre que el discurso fluya y haga frente a los hechos. Por eso, sugiero que todos los carteles, como éste pegado a la puerta del mercado del Campillo, y de cualquier clase y en cualquier lugar, estén siempre al nivel de la mano peatonal. Estimulan la participación ciudadana. Como poco, se puede uno desahogar en ellos.
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