diario de un vallisoletano curioso

domingo, 8 de noviembre de 2009

Frágiles necesarios


Me emociona la fragilidad de un árbol ligero. Esos destellos de vegetación entre la fronda que crece a sus espaldas. Probablemente ellos serán así siempre. Es su natural modo. Su sentido. Su esencial manera de ser. Frágiles, pero necesarios.

También se dejan descolorar por el otoño. Pero ¿acaso se rinden sin suscitar colores? La caducidad de sus hojas, que les va a dejar en breve en su tronco magro, les hace implorar al cielo cual canto del cisne. Y hacen de ello un alarde que si la savia apenas apoya, al menos se mantienen orgullosos en sus formas.

Amo los árboles pequeños. Que disfruten del color de la sorpresa. Milagros de la metamorfosis. Aunque los ciclos se repitan, nada es jamás igual. Como mi propia visión no lo había sido hasta ahora. Ser tardío para mirar no es haber renunciado. Y quién sabe si uno no se recupera con la percepción de un adolescente. Claro, un adolescente no enajenado por la sociedad virtual que pretende devorar no sólo los bolsillos, sino la capacidad receptiva.


2 comentarios:

  1. Los árboles pequeños no son, por lo general, muy apreciados: parecen escuálidos, no crean (todavía) espacio en torno suyo. Pero están vivos, prometen. Y dan color. Y lo pequeño es tan importante como lo de mayor escala, ¿no? Tienes razón. Gracias por el post.

    Manuel

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  2. Gracias, Manuel. Creen o no espacio, es una condición. Pasa como con los humanos. No sé si todo lo pequeño es hermoso, como decía Schumacher, pero la hermosura reside en que lo pequeño se respete, se potencie y se deje expresar.

    Pasa cuando quieras por aquí. Un abrazo.

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