diario de un vallisoletano curioso

martes, 10 de noviembre de 2009

El azar y la barbaridad


Y sigo con espíritu quejica. Lo que me gusta de Valladolid es que aún puedes encontrar lo viejo en el casco viejo. Relativo casco viejo, ya que muchas de las construcciones antiguas fueron demolidas sin piedad durante el desarrollismo. Es decir, en los 60, 70 y 80. Y lo que es peor, no tanto para reedificar manteniendo una tipología semejante, sino para levantar moles que hoy siembran nuestro centro urbano de dientes de sierra arquitectónicos francamente deplorables. La estructura centralizada que caracteriza a los cascos viejos de las ciudades tradicionales, con edificios de alturas más o menos homogéneas, con calles alineadas y mantenimiento de viviendas históricas, quebró fatalmente en esta ciudad que parecía hasta hace poco condenada a crecer sobre sí misma.

Ni siquiera las ideas tan en boga ahora para vaciar contenidos manteniendo fachadas -algunas con dudoso criterio estético- llegaron a tiempo para salvar de la última quema casas, casonas, palacios, posadas y mansiones nobiliarias varias que pululaban por doquier en la segunda mitad avanzada del pasado siglo. Mas no olvidemos que el negocio es el negocio y hasta hace poco hemos sido más súbditos que ahora.



A veces, cuando se comenta sobre el atroz sometimiento político del franquismo se olvida con frecuencia por parte de la ciudadanía lo que tuvo lugar en materia de barbarie urbanística y arquitectónica, sobre todo en la última etapa. Precisamente la de la revitalización industrial de España, eso que se dio en llamar un tanto eufemísticamente los años del desarrollo. A su sombra, algunos constructores potentados y muchos nuevos contratistas recién salidos de su oficio de albañiles se ponían manos a la obra, nunca mejor dicho, para entrar a saco en las ciudades. Naturalmente, respaldados por una legislación antigua, cuando no vacía, que les permitía todo.


Pero yo no quería hablar de esto. Lo que ocurre es que una cosa te lleva siempre a la otra. Para entender el acontecer urbanístico de los últimos años, sus límites, sus condicionantes y su dirección, tienes que recurrir a la memoria de los años de la destrucción urbana. Yo, al menos, no puedo evitarlo.

De entonces viene la permanencia de esos residuos de edificaciones maltrechas, abandonadas o medio abandonadas que aún permanecen en calles céntricas. No son muchas, pero chocan. Y algunas, hasta me caen simpáticas. Por ejemplo la de ese muro de ladrillo donde se lee aún el nombre de un negocio desaparecido. ¿Saben dónde se encuentra? Miren la foto que viene a continuación y acaso las conecten. Están viendo pasar el tiempo, no como la Puerta de Alcalá, sino por una de esos azares pasivos de la historia que a uno se le antoja, insisto, simpáticos.



Nota una. Todas las fotografías adjuntas reproducen edificios que contrastan entre sí y que se encuentran en el mismo área, en pleno corazón de la llamada zona monumental. Ejemplo fehaciente de cómo divorciar de entrada la historia secular de la ciudad con los últimos días de la misma.

Nota dos. Para el que no haya caído todavía. El muro de piedra es de un lateral de la Catedral. La pared de ladrillo mira al de la catedral de frente y altanero, ya saben, en la calle Cardenal Cos, donde el bar Berlín, y a mi me parece que tiene su gracia.

2 comentarios:

  1. "La capital de Castilla y León es una ciudad nueva y pujante que recupera con decisión y gusto las trazas de su mejor porte. Ya no es para nada cierta la imagen de hace tan sólo un cuarto de siglo, cuando el escritor Francisco Umbral la describió como "un viejo galeón desguazado entre fábricas". Pero el paseante por sus calles no puede evitar la sensación de que los espacios del casco histórico e incluso los monumentos singulares que sobrevivieron a la voracidad de la ballena son como aislados Jonás a los que sólo la suerte salvó de la saña de los derribos. Todavía en la actualidad la imagen urbana de Valladolid tiene algo de mosaico descalabado cuyas teselas hubieran sido aventadas por un huracán"
    Ernesto Escapa.
    Y que razón tiene.

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  2. Por supuesto, y yo lo rubrico. Gracias por traerme este comentario de mi amigo Ernesto, siempre con buen ojo clínico y mejor pluma.

    Saludos.

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