diario de un vallisoletano curioso

miércoles, 13 de octubre de 2010

La maleta que nos trae la belleza de Utamaro

No es frecuente ver en Valladolid una exposición de ukiyo-e, un género de pintura japonesa cuya influencia colea todavía. No en vano los mangas que arrasan en el mercado de los tebeos se inspiran en ellos aunque, a mi modo, nada que ver, obviamente. Y ya desde finales del siglo XIX y en los primeros tiempos del XX, fue una inspiración para los artistas europeos que no han acabado aún de descubrir la fuerza y la sugerencia de la pintura japonesa. Y sin embargo, podemos apreciar durante este mes una serie de grabados en la galería de arte La Maleta, sita en la calle Norte, entre Gabilondo y Toreros. Ukiyo-e quiere decir literalmente pintura del mundo flotante. Y las imágenes se ejecutaban a través de la técnica de la xilografía. Esta técnica ya venía existiendo desde la segunda mitad del siglo XVII y se dedicaba fundamentalmente a la ilustración de libros, calendarios, abanicos, estampas.


¿Qué representaban estos grabados? Podría decirse que de todo, ya que la expresión artística es capaz de tomar lo que se ve a primera vista, los paisajes por ejemplo, seguir por la vida doméstica, las conductas y los quehaceres privados. De ahí que muchos ukiyo-e representaran paisajes, fenómenos del clima, montañas y volcanes, mares agitados o apacibles, sendas, acantilados, calles y ríos de ciudades…Pero también el teatro de época (el kabuki) era objeto de este arte, así como las mujeres, la vida de los barrios de placer, las escenas domésticas e íntimas, incluso las sexuales. Todo lo que es vida es objeto del ojo y de la mano que maneja los finísimos pinceles.


La colección con la que podemos maravillarnos aquí se compone de una veintena de obras de uno de los más exquisitos creadores, Kitagawa Utamaro, que vivió en la segunda mitad del siglo XVIII. Admiro el gusto y la decisión de Mariano Olcese, el propietario de la galería, trayendo expresamente esta serie desde Japón. Salvo tres grabados con tema vegetal y otro de los espíritus o demonios de la mitología japonesa Yama-uba y Kintaró, el resto son imágenes de mujeres cortesanas o prostitutas de la ciudad de Edo. Uno se queda pasmado ante los trazos y perfiles de sus caras, manos, piernas o el perímetro del cuerpo en general, que resultan extremadamente finos, casi insinuantes. Las ropas y el pelo tienen un tratamiento más detallado, y los colores de los vestidos y los tipos de peinado ponen el grueso en los volúmenes. Y sin embargo son volúmenes que no tienen densidad alguna. Hasta qué punto esas líneas finísimas que crean los contornos, se alían con los colores, con los detalles más insignificantes o con el atuendo de los cabellos para armonizar todo el conjunto de la figura. Pero no queda ahí. Cada pose de mujer, cada postura de un brazo o posición de un rostro transmite una sensación de levedad que probablemente oculte la parte oscura de los personajes, pero que a la vez los sitúa y los relaja.

La calidad técnica de Utamaro es deslumbrante. ¿Se podría decir que capta las realidades y las adapta en una suerte de sublimación? Puede ser. Si su técnica detallada y a la vez leve está motivada por un pulso al espacio, eso explicaría la dirección y la flexibilidad que toman sus trazos. Sin embargo, él ejecuta estos de manera delicada y sutil. No puedes evitar quedarte pegado a la imagen de cada mujer. Ninguna de ellas tiene la actitud de una pose para el espectador, sino que se deja mirar en una actividad, en un gesto o en la pérdida por un pensamiento. Mujeres que se miran al espejo, que fuman, que se acicalan, que se recogen el kimono, que se enjugan los párpados, que leen una carta, que escriben, que se colocan el complejo peinado, que hablan con otras mujeres, que permanecen abstraídas o dirimiendo sobre un último encuentro. Ciertamente que la tradición pictórica occidental no nos tiene acostumbrados a observar lo aparentemente imperceptible, lo aparentemente ligero. Pero si el espectador que ve por vez primera un ukiyo-e supera la aparente, falsa e ignorante visión de creer que todas las estampas son prácticamente lo mismo, te dejarás atrapar. Detrás de las mujeres de Utamaro hay mucha vida y más significado del que parece.



7 comentarios:

  1. La pasión con que lo cuentas y los grabados que nos muestras realmente me han atrapado. Ojalá pueda hacer una escapada y maravillarme con ellos.
    Gracias por la información.

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  2. Gracias, Anónimo. Pero es que la muestra es apasionante. No es una mera exposición para verla de corrido. Aunque no estemos acostumbrados a ver este tipo de representaciones, por eso mismo conviene entregarse a ella. Mirar lo que hay delante y detrás, las formas de vida, la delicadeza que seguramente no niega un mundo indelicado y áspero, como en todas partes, pero que lo abstrae para deleite de los sentidos.

    La exposición va a estar hasta que acabe el mes, tienes tiempo. No dudes en acercarte y admirarlo.

    Yo volveré a pasarme, lo que me gusta me invita una y otr avez.

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  3. Qué poco conocemos la creación japonesa. Y este tipo de pintura o grabado es deliciosa. La verdad es que el galerista que ha traído estos cuadros es muy original. Se agradece en una ciudad tan árida como la nuestra, rompe la monotonía de las exposiciones.

    Bien por citarla en tu blog.

    Saludos.

    Elvira

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  4. Gracias, Elvira. Exposiciones así nos conectan con otros mundos dentro de éste.

    Saludos.

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  5. Siempre me ha fascinado la delicadez que emanan estas mujeres, no están en el campo recogiendo arroz ni pariendo niños ni tirando de bueyes... Yo creo que representan lo que quisiera ser pero no es. Bueno aunque alguna haya sido.
    Me estoy liando...

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  6. Son las mujeres cortesanas de Edo, Marta. Te recomiendo la película de 1946 "Utamaro y sus cinco mujeres", de Kenji Mizoguchi. Te ayudaría, como me ha ayudado a mi, a comprender esta pintura.

    Un abrazo.

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  7. Ay, es que lo que no comprendo es esa idea de mujer cortesana ¿sabes? Entiendo que la pintura lo que hace es reflejar esa idea, pero me pone en conflicto con el papel de la mujer en la sociedad tradicional, tanto del Japón como de la Cochinchina, vaya.
    Pero la peli que citas la anoto inmediatamente en la cuenta del debe

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