diario de un vallisoletano curioso

lunes, 26 de julio de 2010

El vate

¿Subida a los cielos o bajada de ellos? Los que miran la vida con realismo exarcebado dirán que sólo se dirige a la calle Santiago. Un poquito por encima del plano peatonal, pero hacia el centro de la ciudad. Aunque creo que a veces lo han cambiado de posición. Es el más nombrado en el plano callejero de la ciudad (dispone de una plaza importante y de una avenida larguísima y arterial, la que más) Es nombrado, menos, por cierta obra adaptada del pensamiento romántico (yo diría que con efecto más bien postromántico) que se basa en el mito antiguo del caballero Don Juan y cuya representación dramática era anécdota obligada el uno y dos de noviembre de cada año. No es el gran poeta de Valladolid, pero sí el más figurón. Y yo le tengo cariño, oigan, no sé por qué, acaso por inercia, aunque no beba jamás de su obra. Por cierto, ¿hay alguien que la lee todavía? El gran poeta de la ciudad es otro.


domingo, 25 de julio de 2010

Hablan las paredes

Me encanta capturar pintadas. Y si son de distinto signo e intención, ni te cuento. ¿Qué vincula una pintada de éstas a las otras dos? La escritura latina. La lengua castellana. La decisión de expresarse en unos muros. Más allá, el objetivo difiere. Hasta ahora uno pensaba que con la pintada se trataba de denunciar, protestar o reclamar. Pues ya vemos que no exactamente; que algunos deciden simplemente mostrarnos su gesto risueño y bienintencionado. Otros tienen buena intención también, pero exigen, no sólo al sistema sino a las conciencias de los trabajadores. Y otra mano simplemente se queja acerba y agriamente, como lucha en solitario, utilizando un calificativo que no se sabe si es insulto o mera opinión. Esta última me ha llenado de curiosidad (¿qué puñeta le habrá hecho la DGT?)

Cada mano tiene su fin y su sentido. Bienvenido el clamor de la opinión de la ciudadanía que no tiene otros medios para expresarla. Al paso que vamos, las calles volverán a ser lo que fueron: dazibaos reactivos, pero profundamente humanos.


jueves, 22 de julio de 2010

Los espectros del Poniente

Valladolid es una ciudad muy rara a veces. Y lo digo en el sentido de sorprendente. En uno de sus parques guarda los restos minúsculos de unas antiguas esculturas que encarnaban protagonistas infantiles de los años 30, 40 y 50 del siglo pasado. Yo los llamo espectros. Y en parte lo son. Espectros de la infancia de muchos vallisoletanos a los que encantaba ir a ver cuando sus padres les llevaban de paseo al Poniente. Fantasmas de los sesentones en adelante, de los que muchos ni se acordarán.

Discúlpese mi lapsus de nostalgia. El ramalazo lo tuve ayer cuando me dio por bajar de un autobús y atravesar el parque. El Poniente siempre fue un espacio arbolada precioso. Era más bonito antes, pero sigue manteniendo su espacialidad. Del parque habrá que hablar otro día. Allí, sobre unas peanas restauradas, permanecen unos zapatitos de cemento, unos pies como si fueran esqueletos y unos nombres ya ausentes, desconocidos. Quedan esos nombres, digo. Pipo y Pipa, La lechera, Pinocho, Lolín, Bobito, Pichi…¿Qué dicen estos nombres a los niños de hoy día? Absolutamente nada. Son de otro tiempo y no salen en las promociones de los dvd ni de los chocolates. Si alguno hiciera la prueba de llevar a sus niños a la plaza y les dijera: vamos a ver los fantasmas, tal vez los chicos se colgaran de un espectáculo que habría que imaginar. Aunque exigiera esfuerzo y propiedad de invención narrativa. El morbo infantil es así. Pero ahora son sólamente espacios mudos.

Probablemente las estatuas no fueran artísticas, y algún melancólico sólo diría de ellas que eran meras representaciones infantiles aderezadas por el material constructivo por excelencia de la época. Andando las décadas cambiantes de los 60 y los 70, los gamberros o el abandono o el signo de los tiempos rupturistas fueron destruyendo parcial o totalmente las figuras hasta caer en el olvido. Siempre me he preguntado si quedan restos más o menos completos de esas figuras en algún almacén municipal o si algún gestor oportunista o alguien que pasaba por allí se los ha llevado para ornamentar su finca.


miércoles, 21 de julio de 2010

Con setenta y pico años de retraso


No habrá que perdérsela. Con setenta y pico años de retraso desde que fueron hechas veremos en directo un centenar de fotografías del catalán Agustí Centelles sobre la Guerra Civil. Se inaugura mañana la exposición, en la Sala Municipal de San Benito.

La veremos y hablaremos de ella.

martes, 20 de julio de 2010

La amabilidad de una plaza pequeña


La amabilidad de una plaza pequeñita. Y arbolada. La plaza del Crepúsculo es eso, un minúsculo territorio apacible que remata la larga fila de chopos de la avenida de Irún. Es curioso cómo una hilera larga de árboles puede dulcificar la aspereza del muro del ferrocarril en esa calle.

Crepúsculo. Un nombre precioso e inmenso que aquí se concentra simplemente en una isleta que, al menos, resulta peatonal. Un espacio de juegos infantiles de poco empaque, unos bancos, una fuente modelo modesto de patente Valladolid. Una fuente que no sé si ahora echa agua, y que más parece un elemento insignia de la ciudad (recuérdese que hay unas cuantas y todas secas) La pequeña plaza sirve al menos para aislarse de la asimetría de calles que la rodean. Y de ese horroroso paso elevado en zigzag que instalaron sobre el trayecto del AVE y que comunica -y alarga el recorrido- con el demediado Parque de las Norias, el Polígono Argales y lo nuevo que se va haciendo de la denominada pomposamente Ciudad de la Comunicación.

Pero no se minusvalore el lugar. A ciertas horas está lleno de vecinos. Y con la presencia de estos se cumple el papel fundamental de un lugar público. Me gusta la Plaza del crepúsculo, por lo entrañable que es, incluso para el simple transeúnte que jamás se parará y se sentará en uno de sus bancos.


sábado, 17 de julio de 2010

Cara a cara con Tagore

El día que Álex descubrió al señor Rabindranath Tagore. Le sorprendió su mano enorme, manejando un pincel (así dijo él) y el libro donde pintaba (así dijo él) y su barba enorme y su cabeza desmesurada. En el pequeño jardín de entrada a la Casa de la India el señor Tagore recibe al visitante sin inmutarse. Está a lo suyo. Piensa y escribe desde su bondad mental. Tal vez compone un texto como aquél que recuerdo...


"En la última playa del mundo los niños se reúnen. El infinito azul está a su lado, al alcance de sus manos. En la orilla del mundo, más allá de la luna, los niños se reúnen, y ríen, gritan y bailan entre una nube de oro. Con la arena rosa, dorada, violeta -en el alba, al medio día, por la tarde- edifican sus casas volanderas. Y juegan con las menudas conchas vacías. Y con las hojas secas aparejan sus barcas y, sonriendo, las echan al insondable mar. Los niños juegan en la ribera del mundo, más allá del cielo.

No saben navegar, ni saben lanzar las redes. Los niños pescadores de perlas se hunden en el mar y, al alba, los mercaderes se hacen a la vela; los niños entretanto acumulan guijarros de colores y luego, sonriendo, los dispersan.

No buscan tesoros escondidos, ni saben echar las redes. Sube la marea, con su ancha risa, y la playa sonríe con su pálido resplandor. Las ondas en que habita la muerte cantan para los niños baladas sin sentido, como canta una madre que mece la cuna de su hijo. La ola baila y juega con los niños y la playa sonríe con su pálido resplandor.

En la última ribera del mundo los niños se reúnen. Pasa la tempestad por el cielo solitario, zozobran los navíos en el océano sin caminos, anda la muerte, anda la muerte, y los niños juegan, entre una nube de oro. En la orilla del mundo, más allá de la luna, los niños se reúnen en inmensa asamblea de risas y de danzas y de juegos y de cantos."


Podría ser. Álex, algún día, los leerá. Seguro.

viernes, 16 de julio de 2010

Dioses, dragones y geniecillos

Pero esa forja se complementa con una puerta labrada. La mitología vuelve a ser el tema recurrente entre los ejemplos más lujosos o más sencillos de la arquitectura civil. En cada hoja, un dios. Atenea / Minerva a un lado. Hermes / Mercurio al otro. Esa es la impresión, pero tampoco lo tengo tan seguro. Hermes con su casco alado es inequívoco. Pero no veo claro qué ave se erige sobre la cabeza de la diosa. De todos modos, no deja de ser curioso que precisamente sean el mochuelo y el dragón los dos animales, reales o ficticios, que acompañaban su representación en la mitología clásica.

No es fácil saber a estas alturas por qué el arquitecto encargaría este vínculo. O acaso fue una ocurrencia del ebanista. De cualquier modo, o ambos estaban bien aconsejados, o ambos tenías conocimientos mucho más sabios y simbólicos que los que la pura técnica requería. Y además, ¿qué decir de esos geniecillos con acompañamiento de dragones, auspiciando esa especie de tímpano en cada hoja? Pues que también tiene su miga. El deterioro avanza desgraciadamente, y lleva un curso de borrar perfiles en las figuras. La casa casi pasa desapercibida al final de la calle Panaderos, perdida entre otras edificaciones de mayor altura producto ya del desarrollismo de los años sesenta del siglo pasado.


Plantas de forja

Estás son las únicas plantas que se mantienen durante las cuatro estaciones. Son plantas de forja. La lluvia y el viento las azotan, pero permanecen casi incólumes. No despuntan por sus colores, pero sí por sus formas. Y por su trenzado y su artesanía. Una especie que durará lo que dure el edificio. Hay más de las que imaginamos. Sólo hay que mirar.


jueves, 15 de julio de 2010

Libertad de expresión en el retrete


Y te estás tomando una cerveza, o dos, y de pronto te entran unas ganas irreprimibles. Y no debes reprimirte, por aquello de que no es sano contenerte, y dejas la terraza y a los acompañantes, momentáneamente, en medio del arbolado de la plazoleta, y te metes dentro. Un salón reconvertido, donde añoras las tinajas de otrora, pero donde agradeces la permanencia de las mesas y de la barra, y un ambiente acogedor y desinhibido. Y lo atraviesas y te precipitas tras una puerta que deduces que es la puerta oportuna, porque no lo tienes claro. Y ya dentro, te relajas y respiras profundo y te desahogas, y tras la misión higiénica -bendita diuresis natural la de la cerveza- te das la vuelta subiéndote la cremallera sacrosanta. La trasera de la puerta está ahí, esperando tu contemplación. Y rogando una fotografía. Alabada sea la libertad de expresión.

miércoles, 14 de julio de 2010

La vida sigue, oigan


Bueno, ya pasó todo, entre la euforia excesiva y la novedad sorprendente. Subidón de autoestima, dicen algunos. ¿Era necesaria, así y de esa manera? ¿No se trataba acaso de un espectáculo y un juego, con un coste millonario, eso sí? ¿Acaso hemos dejado de hacer lo que de ordinario hacemos o no hacemos? ¿Ha cambiado algo en el fondo de cada individuo? ¿Somos más ricos, somos más generosos, somos más buenos? Se podrían hacer tantas preguntas…Pero es de Perogrullo. El que quiera seguir flotando en ese globo de la ilusión perenne, allá él. Todo sigue igual. Las banderas de los patios interiores, que no se arriaron jamás, vuelven a reafirmarse como la seña de identidad cotidiana. Son cuatro fotos, pero podrían haber sido cuarenta mil. El multicolorido de las enseñas habla por sí solo. La verdadera constitucionalidad de la ciudadanía reside en el esfuerzo por la supervivencia y el ganarse el pan día a día. Que la normalidad nos cubra con su manto pacífico.


lunes, 12 de julio de 2010

El camino de sirga del barrio de La Victoria

Tanto los caminos de sirga como las cañadas reales son tesoros a preservar. Tesoros sencillos que hay que mantener a salvo de la especulación inmobiliaria o de los arriesgados y ansiosos nuevos trazados de carreteras. Preciados bienes llenos de historia aunque su componente físico sea fundamentalmente tierra y polvo. Y también fue esfuerzo humano y afán de los animales de tiro. Y tesoros porque, al fin y al cabo, son de propiedad y uso público. Ambos caminos existen en este Valladolid nuestro que históricamente quedó configurado como cruce de caminos y de ríos.

Si el paseante se dirige a la desembocadura del canal de Castilla, allá por el barrio de La Victoria, pronto podrá conectar con el camino de sirga. Es esa senda de tierra que va pegada a los ribazos del Canal. Desde él, los bueyes arrastraban con maromas las barcazas que recorrían el canal realizando sus labores de transporte. Para quien no conozca demasiado el tema, adjunto las definiciones que la RAE da sobre sirga.



sirga.
1. f. Mar. Maroma que sirve para tirar las redes, para llevar las embarcaciones desde tierra, principalmente en la navegación fluvial, y para otros usos.
1. loc. adv. Mar. Dicho de navegar: Tirando de una sirga desde la orilla.

Camino de sirga.
1. m. El que a orillas de los ríos y canales sirve para llevar las embarcaciones tirando de ellas desde tierra.

El tramo que recorre por La Victoria el secular camino de sirga se siente flanqueado por el canal a un lado y por el bonito Parque que uno piensa debería ampliarse. Por allí hay unos solares enormes previstos seguramente para la barbarie urbanizadora. El parque debería crecer repoblándose de especies arbóreas que lo llenan de encanto. Piénsese que a la otra orilla del canal está La Parva de la Ría, cuyo despliegue de casas molineras o de una altura limita ya con la carretera a Fuensaldaña. Dos puentes peatonales de nueva estructura -no sé por qué a uno le recuerdan los puentes de los jardines japoneses- sustituyen con armonía y acierto la antigua pasarela de travesaños de madera por la que me impactaba pasar de niño.

En fin, que en esta época de canícula veraniega, bien merece la pena llegarse hasta esta parte recoleta y además sana de la ciudad.