diario de un vallisoletano curioso

miércoles, 30 de junio de 2010

Días de camiseta

Alguien le puso a Álex la camiseta de Torres y lo único que hizo fue correr de aquí para allá por todas las bandas de la calle. No metió ningún gol, ni siquiera de papeles tirados o piedras sueltas por la acera, pero eso sí, subió a los bancos del paseo y saltó desde ellos en un ejercicio de comprobación de sus facultades y límites. El partido de fútbol de rigor le trajo al pairo. Luego, lo único que pidió, tenaz pero amable, es que se le montase el tren o que te dieras volteretas como él. No, no estaba enfadado, simplemente que es un teatrero.





martes, 29 de junio de 2010

El cielo protector

Tal vez sea la iglesia con más pinta de fortaleza. En unos tiempos consolidados en que ya no era necesario que tuviera carácter defensivo real, sí seguía precisando que lo mantuviera en su aspecto simbólico. La institución milenaria que levantó este tipo de obras y representaciones de poder, que no de mero culto, con ayuda de reyes, nobles y señores, seguía exhibiendo aires de potencia y no sólo espiritual. ¿O habría alguna otra influencia esotérica? No olvidemos que bajo esta fábrica donde se suceden estilos de distintas épocas y modas, estuvo instalado el primer alcázar de la ciudad, allá por la Baja Edad Media. El azar o los usos arquitectónicos, más los aires de la Contrarreforma acendrada, propiciaron tamaña pero sorprendente desmesura.

Del inmenso y antiguamente rico conjunto de San Benito -iglesia, hospedería, convento, claustros- hoy me pegaba sobrecogerme bajo el peso oneroso de este enorme pórtico con dos cuerpos y grandes pilares octogonales que recuerdan la entrada a un castillo. Poniéndose uno ahí abajo se percibe más el aura de la omnipotencia. Y el carácter transfigurador que proyecta y otorga la arquitectura a los símbolos, a los ritos y a la clerecía que hace forma de vida de ellos. No me cabe duda de que la cúpula de esta arcada cumple, como es de rigor en el simbolismo cristiano, con la imagen del cielo protector. Cielo protector que dejó de ser consecuente hasta finales del siglo XIX a causa de la Desamortización de Mendizábal.



domingo, 27 de junio de 2010

Contrastes esperanzadores


“…las nuevas construcciones fueron casas pequeñas de una sola planta, divididas elementalmente en torno a un pasillo central, con tres o cuatro habitaciones, y con una superficie útil de 40 a 50 m2. el resto se destinó a corral, que también desempeñaba una función importante en estos catecúmenos de la ciudad. En una época en que los materiales de construcción eran baratos y en la que los negocios de la edificación eran menos desaprensivos estas elementales viviendas fueron relativamente bien construidas. El ladrillo prensado en la fachada le da una apariencia modesta; pero, no de miseria como las que reflejan los suburbios construidos después de la Guerra Civil; son las edificaciones, que aquí -ignoro por qué- se conocen con el nombre de casas molineras. A veces todas iguales forman un conjunto monótono; otras veces aparecen interrumpidas por modestas construcciones de dos pisos; corresponden a iniciativas de los promotores. Estos barrios proletarios son los núcleos de extrarradio, características del crecimiento urbano de casi todas las ciudades; a pesar de su marcado carácter suburbial, se diferencian plenamente de los suburbios que nacieron después, con los estigmas más de la miseria que de la pobreza, indicando que las condiciones que les dieron origen habían cambiado mucho. Unos y otros han sido el aspecto fundamental del crecimiento urbano de Valladolid.”

Esta parrafada de Jesús García Fernández, catedrático de Geografía en la Universidad durante un montón de años, pertenecen a su libro “Crecimiento y estructura urbana de Valladolid”. Bien podría aplicarse al barrio de la Farola, ese triángulo apacible, sencillo y que parece apartado, si bien está a cuatro pasos del Paseo de Zorrilla, sito entre la pasarela sobre el ferrocarril ubicada junto a la Plaza del Crepúsculo, la Carretera de la Esperanza y las vías del tren.

Un barrio que, como muchos otros, el histórico de Las Delicias principalmente, surgieron en las primeras décadas del siglo XX en torno a la actividad ferroviaria. Tal vez el entrañable profesor García Fernández hubiera conocido en los últimos años anteriores a su muerte, el cambio por goteo que se iba produciendo en el barrio. No un cambio fundamental ni, afortunadamente, desmesurado, en tipología constructiva, pero sí en lo que supone de renovación.

Ignoro si el PERI (siglas de Plan Especial de Reforma Interior, un tratamiento específico para determinadas zonas menores y conflictivas de la ciudad) que en su momento se inició sigue en vigor y se aplica. Es un barrio peculiar, abortado en uno de sus lados por la tapia del ferrocarril, donde las son casas molineras o a lo sumo con alguna excepción con casas de uno o dos pisos. Nada congestionado por las alturas, por lo tanto. En un extremo próximo al antiguo Matadero o en ciertas partes de lo que da a la Carretera de la Esperanza se ha roto esta norma con una edificación de mayor altura, pero, de momento, no es la tónica general. Hay infinidad de viviendas viejas todavía, unas cerradas y otras habitadas, y algunos solares yermos. Pero a la vez se va operado un cambio, alzándose edificios nuevos de carácter unifamiliar e independiente. Calles con nombres maravillosos como Aurora, Sol, Luna, Noche, Día, Estrella y otras como Murillo, Bretón, Velázquez o Goya, acogen estos contrastes entre lo nuevo y lo antiguo sobre los que, sin duda alguna, resulta difícil de predecir en cuanto el soterramiento de las vías tenga lugar y el triángulo tenga su lado cerrado de hoy día abierto al Polígono Argales.


sábado, 26 de junio de 2010

¿Quién se cree la publicidad?


Hay publicidades que a veces no sabe uno cómo interpretarlas. Lo que se machaca o se pretende machacar, ¿qué es realmente? ¿Un precio que era abusivo y que ahora se ven obligados a reducir? Si es así, ¿lo es por efecto de la pérdida de valor de los sueldos, porque era ya alto o porque no venden lo que desean? Si el martillo golpea el símbolo euro, ¿no da la impresión de que se golpea directamente la capacidad adquisitiva del bolsillo del ciudadano? Confusa publicidad. Antes se decía directamente: rebajamos, y punto. Iban de frente. Estos eufemismos pretendidamente agresivos no sé hasta qué punto camelan. Claro que hay gente muy incauta aún. A mi me recuerda aquel gesto infantil de romper el cerdito de barro para disponer de los ahorros. ¿Nos obligarán los dictadores del mercado a llegar hasta ese punto? La publicidad se basa en la asociación subconsciente de ideas. No es tanto lo que dice expresamente como lo que sugiere. Hace tiempo que uno desconfía de las rebajas por sistema. Nunca sabremos los ciudadanos consumidores cuánto subieron antes los industriales, distribuidores y comerciantes el valor precio de una mercancía con el fin de obtener más margen de ganancia respecto al valor del coste efectivo. En esa diferencia radica el truco de la rebaja. Cuando no en la fabricación expresa para venderse a bajo coste haciéndote creer que se rebaja. Ya el refrán asevera que nadie da duros a cuatro pesetas. Demasiado noble el martillo, en una iconografía que recuerda la de las vanguardias soviéticas del siglo XX. A mi vecino, que además es un paseante observador y chistoso, le ha llamado la atención el publicitario y se pregunta si no habría que golpear con el martillo en otra dirección. Es así de bromista y no sé hasta qué punto de ingenuo.

jueves, 24 de junio de 2010

Una novela de Valladolid

“Salía del Hospital de la Resurrección, que está en Valladolid, fuera de la Puerta del Campo, un soldado que, por servirle su espada de báculo y por la flaqueza de sus piernas y amarillez de su rostro, mostraba bien claro que, aunque no era el tiempo muy caluroso, debía de haber sudado en veinte días todo el humor que quizá granjeó en una hora. Iba haciendo pinitos y dando traspiés, como convaleciente; y, al entrar por la puerta de la ciudad, vio que hacia él venía un su amigo, a quien no había visto en más de seis meses; el cual, santiguándose como si viera alguna mala visión, llegándose a él, le dijo:

-¿Qué es esto, señor alférez Campuzano? ¿Es posible que está vuesa merced en esta tierra? ¡Como quien soy que le hacía en Flandes, antes terciando allá la pica que arrastrando aquí la espada! ¿Qué color, qué flaqueza es ésa?

A lo cual respondió Campuzano:

-A lo si estoy en esta tierra o no, señor licenciado Peralta, el verme en ella le responde; a las demás preguntas no tengo qué decir, sino que salgo de aquel hospital de sudar catorce cargas de bubas que me echó a cuestas una mujer que escogí por mía, que non debiera.


-¿Luego casóse vuesa merced? -replicó Peralta.

-Sí, señor -respondió Campuzano.

-Sería por amores -dijo Peralta-, y tales casamientos traen consigo aparejada la ejecución del arrepentimiento.

-No sabré decir si fue por amores -respondió el alférez-, aunque sabré afirmar que fue por dolores, pues de mi casamiento, o cansamiento, saqué tantos en el cuerpo y en el alma, que los del cuerpo, para entretenerlos, me cuestan cuarenta sudores, y los del alma no hallo remedio para aliviarlos siquiera.”


(Miguel de Cervantes. "El casamiento engañoso". Novela corta que se desarrolla en Valladolid. En tiempos en que ya los modelos del pícaro y del estafador se encontraban arraigados, de lo que se deduce que no es un fenómeno reciente, por más que se hayan desarrollado estas males artes de las que tantos autóctonos viven. El Hospital de la Resurrección, la parte superior de cuya fachada se muestra en una de las fotografías, estaría frente al actual Campo Grande, en los terrenos donde ahora se alza la Casa Mantilla. Es decir, muy próximo a la casa donde habitaba el escritor. Desde hace tiempo se colocó esa fachada pegada a la medianería de un edificio más reciente, formando parte de los jardines de la Casa de Cervantes que dan tanto a la calle Rastro como a Miguel Iscar. La placa de la otra fotografía está colocada en el murete exterior de la Casa de Cervantes, en la calle Miguel Iscar, y sirve de recordatorio de la novela mencionada)


miércoles, 23 de junio de 2010

Los restos de un naufragio

Aquellos versos de Rodrigo Caro: Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora / campos de soledad, mustio collado, etc. bien podrían recitarse a propósito de este triste terreno, que supongo municipal, pero que s enos ofrece colgado, yermo, pura nostalgia. Cumple la función de tránsito entre el Arco Ladrillo y Recondo, y fue adecentado modestamente hace pocos años. A su vera, un aparcamiento de coches en superficie cuyo terreno ignoro si es parte también de la antigua Guardería.

Un rótulo formando arco sobre dos columnas, los restos de unas farolas, algunos árboles -de los cuales uno tiene la particularidad de ser sumamente bello y frondoso- y un terreno sin uso donde crecen las hierbas a su antojo son los restos de lo que en su día debió ser una Guardería Infantil Municipal que no sé por qué sospecho fue iniciativa de la República Española. Acaso porque tradicionalmente y hasta entonces prácticamente, la enseñanza y el cuidado de los niños había estado bastante desprovista y olvidada por el Estado. Mientras sigo pagano de esa información me esforzaré en indagar en libros sobre la ciudad el papel que cumplió la vieja guardería.

Que estos terrenos se mantengan tan poco graciosos y sin sentido me mosquea. O bien están a merced de los planes que surjan con la tan manida nueva centralidad -el soterramiento del ferrocarril y la reconversión del área-, o bien están pendientes de alguna permuta con visos de pelotazo urbanístico. Y sin embargo, algunas soluciones y no de excesivo coste son posibles ya. En esa zona no hay sobrante de zona verde, y éste podría ser un magnífico espacio para crear un pequeño parque, siempre que se plantaran más especies arbóreas, manteniendo la misma orientación de paso peatonal que cumple de momento. Tal vez si el año que viene los vientos electorales soplan con aires más racionales los vecinos de la zona puedan obtener una satisfacción.

martes, 22 de junio de 2010

De última generación

Podría ser el penúltimo modelo de útil municipal al servicio del paseante callejero. Tal vez lo que faltaba en mobiliario urbano de última generación. Si nos parecía poco la acumulación de elementos que encogen las vías urbanas y dificultan el tránsito, he aquí uno más, pero imprescindible. Su visibilidad reclama, sin necesidad de señales orientativas, la ubicación perfecta y el acceso obvio. Pero aunque evoca uno de los más extendidos y necesitados placeres del individuo, y reclama uno de los ejercicios perentorios más irremplazables, hay algo que no encaja. ¿Tal vez un escaso pudor al instalarse en plena acera? ¿Su carencia de discreción? ¿Su actitud exhibicionista? ¿O que falla el rollo de papel higiénico como en los retretes de muchos bares? Si algo hay que objetar es que se halla situado muy próximo al bordillo. Una persona de cierta contextura física asomará sus extremidades a la calzada, con el consiguiente riesgo por el tránsito de vehículos. Pero es que no se puede pedir que todo quede bien instalado a la primera. Si no, las empresas de reformas ¿de qué vivirían? Por cierto, es admirable la disimulada y avanzada técnica de la toma de agua así como de desagüe, perfectamente veladas. Y es que a la hora de gastarse los dineros el Ayuntamiento, con tal de que sea para dar la campanada de la modernidad sonora, no escatima recursos.

(Visto en la calle Recondo el domingo por la mañana. Por la tarde ya no estaba, de lo que se deduce que la colaboración ciudadana espontánea funciona mejor que el camión municipal de recogida con aviso previo)


lunes, 21 de junio de 2010

No perderse a Delhy Tejero

Reconozco mi vergüenza por no conocer antes la obra de la pintora zamorana (de Toro, para más señas) Delhy Tejero. Una pintora histórica que bebió de muchas fuentes. O acaso sólo de la suya, cuyas aguas corrían con las aguas turbulentas y apasionadas de los tiempos. Cierto que hace meses, en una exposición en Las Francesas sobre mujeres que creaban arte había algunos cuadros suyos. Curiosamente, me llamaron la atención destacadamente sobre el resto de la exposición. Algo me decía que aquello era inhabitual y me llegaba. Es como si el olfato de mirón me llevara tras la presa. Pero no indagué más.

Ahora no he querido perderme esta muestra que Caja España mantiene el la Sala del Calderón hasta dentro de una semana. Sin entrar en los diferentes estilos y visiones que Delhy Tejero prospectó, destaca su labor como ilustradora de cuentos, como pintora en lienzo y como muralista. ¿Autodidacta? Probablemente. Pero un autodidacta del siglo XX es alguien abierto a modas y estilos amplios. Nuestra pintora cultivó el simbolismo, el surrealismo, la abstracción geométrica. Es el color lo que más me ha fascinado, y cómo disuelve los colores en las formas. ¿O son primero éstas?

Ocasión única la de esta contemplación que me ha arrebatado. Mejor ir y que cada cual se quede con lo que más le guste. La visión se ofrece gratuitamente. De ello también nos nutrimos. Por cierto, el catálogo es muy barato y es espléndido.



La chica de la armónica

Es probable que la mujer decida cambiar los pinceles por la armónica. Aunque ella con sus imágenes también recrea los sonidos, acaso quiera comprobar cómo se desatan con otros sentidos de su cuerpo. Y luego, atraparlos cromáticamente. Los pájaros, espectantes, surcan su falda de destellos.