diario de un vallisoletano curioso

sábado, 21 de abril de 2012

La casita escondida


Que la ciudad sigue siendo una caja china de la que salen otras cajas no me cabe duda. Cuando menos te lo esperas uno descubre aquello que o bien no sabía que existiera o bien que ya hubiera olvidado. De mis tiempos de facultad, ya lejanos, no recordaba esta casita. Y tengo dudas. ¿Se trata de un residuo secular, exhibiendo una flamante arquitectura castellana? ¿Es un edificio levantado en tiempos más recientes, emulando un caserón antiguo? ¿Se trataba de la vivienda de los guardeses de la Universidad?  

Ahí está. rompedora. Como una isla en medio de un océano feísta de edificios levantados por la zona de López Gómez y Universidad desde la década de los 60. Escondida, eso sí en el recinto de lo que ahora ha quedado como Facultad de Derecho, por la parte de la calle Doncellas. Un gusto admirar su estructura, los materiales, la disposición de los elementos de las fachadas. Surgen las preguntas, naturalmente. ¿Por qué tener cerrado un edificio que podría cumplir un uso? ¿Por qué tener secuestrado un caserón que merecería la pena ser visto desde el exterior? Preguntas tontas en tiempos de recortes económicos y de desprecio de criterios. Al menos, que siga preservándose.    







jueves, 19 de abril de 2012

Grito de guerra



Ignoraba que el espíritu del prefecto romano habitara entre nosotros. Célebre cargo del Imperio en tiempos de Augusto que pasó a la historia como sinónimo de no querer saber nada, de librarse de la responsabilidad de decidir. Desconozco también si la pintada expresa un surrealismo que vuelve a un país del que nunca se ha ido. O si alguien trata de decirnos que es imposible que los españoles nos tomemos las cosas con cordura y en serio. O acaso alguien con humor da la voz de alarma sobre los riesgos de dejar pasar tanta tomadura de pelo que desde las alturas está cayendo sobre la ciudadanía. Pintada encontrada ayer en un rincón de la Plaza del Salvador.


domingo, 1 de abril de 2012

Vicente Escudero, metal y brillo



En un rinconcito del Centro Cívico Vicente Escudero, en la calle Santa Lucía, me topé con el bailaor. Tiene otra estatua dedicada por el Campo Grande, más clásica tanto en pose como en material. La de Santa Lucía la encontré rompedora. El tamaño, la genial ocurrencia de taladrar rostro, manos y pies, con lo que se logra mayor proyección del volumen, y el acero de efecto reflectante dota a la obra de una originialidad que rompe lo común y antiguo que abunda por la ciudad. Te apetece mirarla desde adelante y desde atrás, distanciarte y arrimarte a ella. No obstante su considerable tamaño resulta atractiva y acogedora. Y el efecto de baile resalta, generando una dinámica espectacular. ¿Todo perfecto? No, en mi modesta opinión. Sigo pensando que no se sabe ubicar bien las esculturas modernas en la ciudad. Mi opinión es que ésta de Vicente Escudero está pidiendo a gritos tener más amplitud y vacío en su entorno, y no es por desmerecer el rincón del Centro Cívico, pero la calle Santa Lucía es una calle de tránsito sin más, y se la condena a pasar un tanto desapercibida. Leo que sus autores, porque la hicieron entre tres, son Ostern, Javier Bustelo y Juan Villa.

Para quien desee saber más sobre el tema, le remito a la siguiente información: