Era el día festivo de entresemana y comer en la calle en ferias se ha ido convirtiendo en uso y costumbre. Al menos alguna jornada, ya que el mercado no está para pagar más de la cuenta, por muy bonito y barato que te lo vendan. Y vas ese día y te topas en una de las casetas de la Plaza de Martí y Monsó con la escultora. Bueno, para ti no es la artista solamente, es sobre todo una vieja amiga. Lo curioso es que te encuentras a Concha Gay en una plaza -la del Coca, aunque el cine Coca haya pasado a mejor vida hace mucho, y las nuevas generaciones se preguntarán por qué se llama así- donde luce una de sus obras. Las Sirenas es una obra grácil y estilizada que no se sabe bien si las hace más marinas o más terrestres pero, en cualquier caso, diferentes a cualquier iconografía tradicional. Para mi son las sirenas vallisoletanas, unos seres de aluvión, como casi todo aquí, que se hacen entrañables cuanto más las contemplas y pierden frialdad cuanto más las tratas.
Desde luego, el agua las vincula al mito, pero la base donde reposan, esa plataforma pétrea excesivamente rígida y harto convencional, las encajona de alguna manera. Sin embargo, hay una dulzura especial en estos seres mitológicos que más parecen un trío de vecinas que comentan y ven a la gente pasar que las peligrosas acechadoras que Ulises temiera. La plaza, peatonal y que tiene una inclinación curiosa en dirección al Poniente, beneficia la visión del conjunto.
Hablar a la carrera durante breves minutos mientras te comes unas croquetas no es para plantear con ella temas severos. Así que te limitas a decirla, Concha, eres la cuarta sirena, mientras te despides. Pero estuvo bien dejarse arrastrar por los cantos de los recuerdos durante un ratillo. Que Valladolid es una ciudad en que la gente no para y oportunidades hay de verse cualquier otro día.
Qué buen encuentro. Uno, que no frecuenta las casetas y prefiere los adentros, se pierde estas cosas.
ResponderEliminarTambién existe encuentros en los adentros. Con su matiz.
ResponderEliminarYo tampoco frecuento los tenderetes del gremio de hosteleros. Un día es un día. Pero un encuentro, si bien es breve, pero grato, siempre reconforta.
Hola vecino, pues soy zamorana. LLego a este blog buscando información de la gran pintora, como tu dices histórica Delhi Tejero. Y observo que tenemos algunos amigos comunes como Vinalia...
ResponderEliminarTe envío un saludo zamorano, felices fiestas.
Prefiero la Plaza del Coca vacía de casetas, de fritangas y vasos de plástico, que nunca he frecuentado. La prefiero vacía o con los paseantes habituales para deleitarme con la imagen de esa edscultura que ya me resulta tan familiar, y que no dejo de ver con detalle siempre que paso por la plaza de la Comedia. Y, desde luego, me sumo a ese reconocimiento a Concha, siempre a pie de obra, ocurrente, cordial y entrañable allí donde haya arte que merezca la pena.
ResponderEliminarBienvenida, Begoña, a este blog de calmas miradas ciudadanas. He colgado el tuyo y seguiré tu poesía directa.
ResponderEliminarSaludos vallisoletanos.
Estoy de acurdo contigo, Fernando, en que la Plaza de la Comedia se altera totalmente con los chiringuitos. Aunque bien pensado...¿no eran algo parecido las plazas castellanas de siglos pasados? Particularmente, las prefiero imaginar con mercancías varias y variadas, con mucho género de huertas y otro tanto de menestrales urbanos, a esta especie de dictadura de la hostelería.
ResponderEliminarA mi siempre me ha gustado este conjunto de mujeres asirenadas, y así se lo hice saber a Concha siempre.
Un abrazo.