Ignoro si el cartel de la derecha sigue en vigor (el de la izquierda seguro que sí) pero a mi me chocado. Es de desear que los conductores no sean ciegos y lo lean a tiempo. Pero pongamos por caso que sí, que hay niños sordos por la zona (intersección de la calle José María Lacort con Simón Aranda) O algún colegio de niños sordos. No creo que los riesgos de tráfico se reduzcan por poner carteles de este estilo. Más bien reduciendo la circulación por el centro. No atrayéndola con aparcamientos, por ejemplo. Y mira por dónde esta calle ha visto considerablemente rebajado el tráfico en los últimos años, ya que tengo la impresión de que éste se canaliza de otra manera. Por cierto, todos los edificios que se ven en derredor son eclesiásticos. Una manzana imponente cuyos edificios son propiedad clerical, aunque de diferentes clérigos. ¿No suena a otro tiempo? La zona es muy golosa para la especulación inmobiliaria. No sé si donde se ve el hueco había más proyecto en superficie, pero los terrenos se reconvirtieron en varias plantas de plazas de garaje subterráneo. Se ha dicho que es uno de los últimos negocios que puso en marcha el Arzobispado. Ya se ve que puede haber niños sordos, pero también adultos que no son nada ciegos. Utilizando un término italiano muy en boga mundialmente allá por la década de los sesenta del otro siglo, se trata de aggiornamento en la procura no sólo del alma. Y es que la tierra da para mucho más que para el descanso eterno.
Hola, compañero. Pues ve voy a salir del tiesto otra vez, aunque trataré de no hacerlo mucho y de enrrolarme menos...
ResponderEliminarHace dos años estaba todavía de investigación en Atenas y allí la televisión parece de otro cosmos, ninguna relación con el nuestro. Allí todo se enseña, se averigua, se denuncia y la gente se involucra hasta la saciedad (lo mismo que aquí vaya, que tienes que averiguar entre líneas una mota de verdad...). Bueno, pues salió por televisión una noche, el patrimonio de cada uno de los arxiiereas ¿qué serían aquí, arzobispos?, altos cargos religiosos. El escándalo fue tal que todavía tiemblan los cimientos de la Acrópolis. Uno de ellos había vendido propiedades de la iglesia ortodoxa en Jerusalén, cobrando por ello para hacer un hotelazo, millonadas. Coches, tierras, casas en la ciudad y en las islas, cuentas corrientes... todo se hizo público ¿te imaginas hacer eso aquí?
Sólo pensarlo me resulta cómicamente lamentable.
Un abrazo.
Verónica. Al contar cosas como ésas no te sales del tiesto, ya que vienen de perlas tus testimonios. ¿Acaso no están relacionados unos asuntos con otros? El que en España no hayan salido a relucir las corrupciones y corruptelas intraeclesiales probablemente haya sido porque controlan muchos resortes, incluídos los de prensa,a su influencia sobre los gobiernos (incluído el de la socialdemocracia actual) y a que sigue siendo tabú tocar el tema, por aquello de que con la iglesia topamos, hermano Sancho.
ResponderEliminarPor debajo manga, se pueden saber cosas. A mi me contó una vez cierto anticuario, hace ya muchísimo tiempo, cómo cierto arzobispo (García Goldáraz) aprovechando los cambios del Concilio Vaticano II, retiró de muchas iglesias objetos que fueron a parar al mercado ad hoc. Es una anécdota, y cuesta pensar que, con la debilidad que golpea a los humanos por mucho que hablen en nombre de Dios, algunos no se vean tentados por la avaricia y la ganancia fácil.
No puedo sino otorgarte razón en tu inquietud. Un abrazo.