diario de un vallisoletano curioso

martes, 12 de enero de 2010

Huellas cruzadas

Me dejaba lo mejor de una nevada. Las huellas visibles. Uno puede adentrarse en el parque y advertir el ramaje recubierto. O deleitarse con los birretes de nieve sobre las testas de los escritores locales. O simplemente conformarse con el panorama general blanco que, en sí, ya nos ofrece una visión total que nos sobrecoge. Pero la mirada tiene más objetos para descubrir. Claro que, para ello, conviene que la altivez de nuestras cabezas se rebajen un poquito y estemos atentos. El sotobosque, por ejemplo, que respetamos en la distancia, está preñado de belleza.

Pero más simple que eso: el suelo que pisamos. Si lo atravesamos con la ordinaria velocidad de los quehaceres nos perderemos los detalles. Porque los signos de la vida también aparecen ahí. Tal vez son pesados reflejos del tránsito. Las huellas, que habitualmente no se nos revelan sobre la tierra o el asfalto ordinario, aparecen explícitas con la nieve. Hombre y palmípedos comparten territorios. ¿Alguien sabría decir si sus vidas son paralelas? Paralelas o transversales, estas huellas adquieren sentido propio. Convivencias a conveniencia tal vez. Aunque sea el hombre el que en estos espacios marca las pautas, los gansos, patos u ocas conviven con sus leyes. A veces uno piensa: si es posible una armonía (con cartas marcadas por los humanos, naturalmente) con otras especies, ¿por qué la extrema dificultad para la coexistencia pacífica dentro de nuestra propia especie? Tengamos o no la respuesta, disfrutemos efímeramente de las pisadas de la coexistencia.

2 comentarios:

  1. Gracias por apreciarlo. Normalmente no se fotografían huellas, salvo por parte de la policía, como no se fotografían charcos. A mi me encantaron ese registro de los pasos de dos especies tan diferentes.

    Buena noche.

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