diario de un vallisoletano curioso

lunes, 18 de enero de 2010

La fuente de la esquina


Valladolid es una ciudad que ha desgraciado o se ha desentendido de sus fuentes públicas. Una actitud ingrata como pocas. Una vez que dejaron de cumplir el servicio de agua mayoritario de otras épocas se las cortó el suministro o se las ahuecó. Alguna tan representativa como la de la Fuente Dorada, que daba nombre a toda una plaza, verdadero ensanche moderno de la adjunta Plaza Mayor, fue desmontada hace décadas y sus piedras yacen olvidadas por algún almacén. La del Caño Argales permanece en pie, más como farola que como fuente, cegada también, pero al menos constituye el monumento humilde de la Plaza. En alguna plazas históricas, como la de Universidad, la de la Solanilla o la maltratada Plaza del Rosarillo, las elementales fuentes secadas quedan como modestos hitos de otro Valladolid. Que nadie se rasgue las vestiduras ni le parezca exagerado: hemos traicionado nuestras fuentes. El olvido se impone como injusto desagradecimiento.



De ahí que si de pronto te topas con una en la que no te habías fijado jamás, te sorprendas y te dé alegría. Por supuesto, tampoco sale agua por ninguna parte, pero tiene su belleza. Forma parte de la arquitectura del Colegio Ponce León, en la esquina de la calle Francisco Suárez con Tres Amigos. Privada de su misión fundamental, no obstante la fuente mantiene su fortaleza. En parte por el arte del ladrillo sólido con la que está hecha, al igual que todo el elegante y grandioso edificio escolar levantado a finales de la década de los treinta del siglo pasado. También porque su ubicación en chaflán adorna el ángulo donde se juntan dos calles. La hiedra trepadora pone un punto de revitalización que casi te sumerge en otras épocas. El arco y las pilastras que la adornan le configuran como un altar laico a una de las necesidades más sagradas de la humanidad urbana: la disponibilidad pública de agua. ¿Renacerán algún día estos testigos que deberíamos honrar con gratitud?

6 comentarios:

  1. Parece mentira cómo una humilde fuente deviene en una pequeña obra de arte. El noble ladrillo y la mano del albañil cuidadoso dan resultados admirables como éste. Y lo que dices, qué lástima de que no fluya el caño. Pero que al menos permanezca en su sitio y se cuide la obra.

    Encantado de pasar por este blog que nos revela lo visiblemente invisible de la ciudad.

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  2. Este blog es magnífico. Tranquilo, pacífico, amable. Siempre interesante. Muchas gracias.

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  3. Ni idea de esta fuente.
    Tengo que pasarme

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  4. Gracias, Martín. Ratifico lo que opinas y te agradezco tu apreciación. Vuelve cuando quieras por aquí.

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  5. Anónimo. Si tu visión es grata te respondo con gratitud. Las miradas sobre la ciudad, incluso las que protestan o se indignan, no tienen por qué dejar de ser pacíficas. La ciudad es de todos uienes la habitan, no sólamente de los que han hecho sus rentas con ella.

    Un abrazo y sigue transcurriendo por mis callejas.

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  6. No es un lugar a mano, Batido, y las veces que yo había pasado por ahí no me había fijado...¡hasta el otro día! Valladolid tiene edificios escolares muy interesantes. Con el materal ladrillo ya hacía el mudéjar sus obras hace siglos. En la década de los treinta del siglo pasado y luego, durante los años de la traicionada República española, en la que las autoridades estuvieron empeñadas en escolarizar masivamente a los niños en la enseñanza pública y laica, se erigieron multitud de centros escolares.

    Sigo pensando que si los paseantes o viandantes en general fuéramos con los ojos abiertos, y no sólo para los escaparates de moda, aprenderíamos algo más.

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