diario de un vallisoletano curioso

miércoles, 6 de enero de 2010

La serpiente amputada

He aquí un trozo de calle que alguna vez fue calle y que hoy como mucho debería denominarse calleja. ¿Por su angostura? ¿Por su dimensión? No, por la herida infligida en su trazado histórico.

Tal vez en el pasado su curso formase un vericueto con forma serpenteada, y de ahí su nombre. Pero para cábalas ya tenemos bastante en la obra Las calles de Valladolid, de Juan Agapito y Revilla. Sobre esta calle no nos resuelve su enigma. Y de esto hay mucho en nuestra ciudad, demasiadas cosas sin explicación, empezando por el mismo nombre. Es habitual, por lo tanto, que siguiendo esta tradición enigmática los vallisoletanos no tengan excesiva afición por la procedencia de sus calles ni en general de su historia. Pero nunca es tarde.
Si se hiciera un test a la gente acerca de dónde se encuentra la Calle de la Sierpe, ¿cuántos lo sabrían? Y sin embargo muchos la utilizan para acortar entre Regalado y Canovas del Castillo. Es un tramo, pero con estilo, y tendría un encanto total si no fuera porque la aborta el paredón de un edificio de considerable e inarmónica altura de la calle Regalado, dejándola prácticamente sin solución de continuidad estética.

¡Malhaya al arquitecto y a la corporación municipal que dio el visto bueno al edificio brusco que rompió la unidad del entorno! Disculpen el giro del drama castellano, pero destruye la belleza de la Sierpe y marca las aceras de Regalado, desgarrándolas. Sé que es utópico y acaso imposible, pero con el poder de la razón y de la vindicación estética en la mano, ¿no se podría contemplar legalmente el derribo de esas moles obtusas que se han cargado el centro tradicional? Hay demasiados ejemplos inadecuados, y el mal está hecho. Sigo pensando que el centro de Valladolid es un centro roto y no es grato vender una imagen al visitante tan deplorable. Mas es lo que hay, se dirá.

No obstante, los dos edificios que delimitan la modesta Calle de la Sierpe saben estar. Uno de ellos ofrece un comercio que da también a Canovas y mantiene una imagen de época. La puerta de entrada a la casa, la única existente en la calle, tiene un aire modernista que, tras la rehabilitación, de gusto contemplarla en la sencillez de sus líneas. Enfrente, un bar de amplios escaparates se ha integrado y a mi me parece que no daña ni empobrece visualmente el recorrido de la calle.

La serpiente del pavimento es una sorpresa de nuestros días. Compuesta por un empedrado diferente al resto de la calle, traza un dibujo que gira hasta Regalado. Es un detalle que se agradece y que dulcifica. ¿Se habrá puesto para despistar la mirada del visitante, con objeto de que pase desapercibido el paredón opaco del fondo? En cualquier caso es un ocurrente y bonito homenaje al saurio.


Ojalá alguna serpiente desarme la barbarie urbanística y la avidez de los hombres para siempre. Aunque ya es tarde para corregir muchas aberraciones me pregunto: ¿quiere la ciudadanía convertirse como un suelo cuerpo en ese símbolo del conocimiento que es la serpiente, para impedir los desaguisados del futuro? Tal vez estos acechen a Valladolid en otras fronteras. Valdechivillas, como bien señala el profesor Manuel Saravia, es uno de esos que han estado a punto y que no es seguro que su riesgo haya desaparecido. Por el pasado perdido poco se puede hacer. Pero permanecer inmóviles, sin respuestas cívicas hacia nuevos negocios y nuevas caprichadas, no es la mejor manera de ser vallisoletano.

3 comentarios:

  1. ¡Que curioso!
    Nunca me habia fijado en la serpiente del piso,mañana mismo lo miro

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  2. Ten cuidado. Tiene una lengua bífida metalizada que puede alcanzar como poco tus pies. Sí, es extremadamente curioso. Gracias por seguir al Vallisoletano.

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  3. ¿Tienes constancia quien fue quien mando poner el dibujo de la serpiente? ¿Porque los ojos son octogonos?

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