Era y sigue siendo un mercado complementario de los que están conformados como edificios, tipo actual del Campillo, entre Panaderos, Hostiero y Vega. Entre la morfología del inicialmente establecido en Dos de Mayo y éste actual, poco ha variado. Los puestos siguen estando a pie de calle, eso sí, más organizados, con un sistema de limpieza riguroso. Sabes que hay mercado durante la mañana y punto. Por la tarde es plaza, lugar de citas de jóvenes y de viajeros de autobús. El logro no lo pongo en duda. Ya que en su día cometieron la barbaridad de derruir el histórico mercado del Campillo, del tipo del que hubo en Portugalete (también venido abajo) y del Val (milagroso mercado testigo del pasado), al menos la solución urbanística fue muy conseguida en este emplazamiento actual.
Si la marquesina de ahora cumple el papel de protección de los rigores del clima sobre los comerciantes fruteros y verduleros, lo hace también para la gente que acomoda incluso en el intercambio dominical de cromos que, mira por dónde, se me han escapado para la foto. Pero cualquier día de estos me paso y dejo constancia. La marquesina, dividida en dos zonas simétricas, pero vinculadas por la fuente de los niños jugando con la bola del mundo, está lograda con ese arco que la hace decorativa.
Ni que decir tiene que la fuente es de mi agrado. La bola del mundo como símbolo universal en medio de una plaza con nomenclatura más estrecha es una bonita manera de proyectar el futuro que se impone como presente. Ya hay muchos que cuando quedan en este lugar dicen nos vemos en la Bola del Mundo. Lo de Plaza España se va desplazando, aunqe se utiliza igualmente, simplemente porque el objeto concreto puede más que un rótulo. Y no te digo de lo a tras mano que cae oir que tal comercio está en el Campillo. Te entienden nuestros ancianos, los que van quedando por la zona y que, aunque cada vez menos, aún resisten.
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