diario de un vallisoletano curioso

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Vuelta al Pisuerga


Estoy recurrente con el río y sus riberas, lo sé. Mentiría si dijera que su visión me abdujo el otro día. No sólo su visión, sino un paisaje rompedor, una ambientación vivificante. Necesitaba otra atmósfera, y la intuición me tocó. Demasiada ciudad maciza, que acaba agobiando. Y eso sin contar con las obras públicas que hay por doquier.



Debe ser por esa razón por la que cuando ando por las calles busco dirigir la mirada a las dimensiones no aparentemente visibles. Alturas, ornamentos de las fachadas, perspectivas de calles o avenidas, yo qué sé. Elevar la mirada por encima de la altura media que se nos ofrece, absolutamente pragmática y de uso e intercambio, es vital. Lo que está a tu alcance, entre tanto tráfico, trasiego de gente, iluminación excesiva y mobiliario urbano te comprime, y hay días que te deprime. Hay que escapar con recursos.


Las orillas del Pisuerga son especialmente curativas en otoño. Sustrae el efecto de decaimiento que muchas almas sienten. Desde las Moreras hasta la desembocadura del Esgueva, por ejemplo, hay un camino que te abstrae de cuitas y ansiedades. Detalles que no imaginas desde esta orilla del asfalto.

Ahora me limito a callar y dejar las fotografías para solaz de los ojos. Y de todos los sentidos, los que saben conectar las dos materias, la humana con la naturaleza exterior. Sí, los detalles fotografiados son de los bordes de nuestro Pisuerga. Se pueden tocar. No hay más que acercarse allí.





2 comentarios:

  1. El Pisuerga tiene en cada estación su particular belleza. No sabemos lo que tenemos si no lo disfrutamos. Se agradece tu manera de reclamar el interés por esta vena de nuestra tierra.

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  2. Gracias, Anónimo paisano (supongo) Das en la clave con tus aseveraciones. Pasa por aquí cuando desees.

    Saludos.

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