Hay días en que el vallisoletano curioso amanece introvertido. Prefiere parar. Mirar para otro lado. Mejor hablar con las estatuas. O acaso sentirse como ellas, observando el fluir desde una orilla.
El Campo Grande siempre es una buena excusa para la abstracción. Los motivos que lo habitan son diferentes a los competitivos de la vida ordinaria. Neptuno, asomado en su guarida de otoño, y que conoce muy bien las cuatro estaciones, puede ser un modelo de ver pasar los acontecimientos.
A él no le importa que hoy esté siendo el día más frío, de momento. Es un hijo del océano. Y, cómo no, mira hacia la desembocadura del río que transcurre a sus pies.
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