Me gusta cómo ha quedado esa medianera y la fachada interior del edificio que, de hecho, es exterior. No es frecuente que en Valladolid se decoren las medianerías con motivos figurativos y menos geométricos. La mayoría de ellas ni siquiera se decoran, una capa de pintura y basta. Aquí, a mi modo de ver, cuaja tanto el color como esos triángulos por encima y por debajo de las ventanas. Estos generan unos hexágonos alargados con tonos diferentes que elevan la pared en un engaño óptico francamente logrado.
En este edificio ya longevo, pero con buenos materiales de piedra y ladrillo, el diseñador ha ennoblecido todas las paredes que no son de fachada. Incluso ha echado un buen pulso a la noble factura que ésta ha mantenido siempre. De esta manera, el edificio gana en perspectiva en sí mismo y se salva del abandono que mostraban anteriormente sus paredes.
No, no está en Viena o en Berlín y, aunque la geometría podría beber de la Bauhaus, se encuentra en la calle Duque de Lerma, junto a la Plaza de la Universidad. Hay obras que no pueden escapar al ojo del paseante y que dotan de satisfacción al vecindario. Se agradece.
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