diario de un vallisoletano curioso

viernes, 18 de diciembre de 2009

La tristeza del solar


Un trozo de pastel, tal parece, así, tajado de arriba a abajo, dejando el berrete de los edificios anexos. Y pastel será cuando se haga el edificio nuevo y la constructora se lleve su exquisita pasta gansa por adjudicar cada piso a seis mil euros por metro cuadrado. Que es lo que se pide por cualquier superficie de vivienda en el centro de la ciudad. Como poco. Este solar está en la confluencia de la calle Conde Ansúrez con la Plaza del Val, pero solares semejantes, a la espera de que se remonten los efectos de la desmesura cometida en la construcción, se observan en otras calles. Se ve que el dinero llegó para comprar la finca, pero de momento el parón inmobiliario exige esperar. Las financiaciones no pasan por su mejor momento de pareja con la banca.


Siempre me han transmitido tristeza los solares que permanecen huérfanos durante meses o incluso años. Cuando ya no fealdad. Es como si no cumplieran ninguna función. Derribar lo anterior, que estaría viejo o interesaba que lo pareciera, vaya usted a saber, para avanzar un peón más en las jugadas del tablero de los promotores. Un solar es como si el espacio se hubiera quedado sin alma. Y las medianerías de las casas colindantes, junto con sus patios de vecindad, quedan tan poco pudorosas...No quiero decir con eso que automáticamente hubiera que edificar sobre lo derribado. Valladolid es una urbe en la que se construye demasiado, sistemáticamente. A casa derribada, casa levantada, se podría decir, parodiando la máxima. Una ciudad la nuestra donde parece haber un horror desmesurado al vacío. No entendí nunca qué daño puede hacer el vacío. Hay zonas donde se podrían lograr más perspectiva, simplemente con que varios solares fueran urbanizados para uso de tránsito peatonal o ajardinado. Pero la fiebre por levantar in situ no perdona, y menos en el centro.

Solares así no son la mejor imagen para invitar a asomarse a Valladolid, como dice el lema turístico, pero todos somos comprensivos, incluso los denodados visitantes. Ah, ni que decir tiene que soy un ardiente partidario de mantener las paredes que hacen de vallados como zonas para el cartel. La de la foto está a tope. Nunca hay mal que...

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