diario de un vallisoletano curioso

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Soledad de soledades...

...todo soledad. Aunque haya ruido de coches, tráfago de viandantes e invasión de las aceras por los repartidores. Porque de una plaza que en su tiempo fue plaza hoy hemos heredado un pozo. Un pozo de edificios en todas las direcciones, de muchas y desiguales alturas, un espacio de forma confusa y absolutamente irregular. Una plaza que lo es tan sólo de nombre, Plaza del Rosarillo, pero absolutamente desequilibrada y ya sin identidad alguna. Una plaza perdida.


De su nombre la vecindad, mayormente reciente, no encuentra hoy día ni sentido ni vínculo ni explicación. Porque los nombres de las calles y plazas antiguas estaban para eso, para mantener vínculos con el pasado. Para rescatar y perpetuar en lo posible una memoria. Pero ya se ve que los que hoy ponen cara hosca cuando se menciona el término memoria histórica fueron los primeros en cargársela. Con el poder de las leyes de política urbanística y con su afán depredador.

Por diversas ciudades del mundo hay plazas de planta irregular heredadas de siglos pasados, pero al menos armónicas: en cuanto a las alturas de los edificios, a la salida y distribución de sus calles, a la homogeneidad de su pavimento, al mantenimiento de signos de ornamentación, a su peatonalización seria y consecuente. Pero aquí, ná de ná, que diría el castizo. La antigua Plaza cayó, con todos sus atributos. Cierto que hay un leve retazo con algunas casas que recuerda la ausencia. La caída de una de las aceras hace la Calle de las Angustias, pero no es propiamente la plaza.

Una pequeña huella. Una de esas fuentes que no son muy antiguas y que pululaban por las plazas de Valladolid, para el uso doméstico vecinal. Hace cincuenta años aún estaban en vigor. Pues bien, a ésta la han readaptado un bolo recientemente y la han dejado ahí, porque total, algo tan insignificante molesta menos que un aparcamiento de motos, por ejemplo, ¿no? En ese sentido se podría proponer el cambio de nomenclatura del entorno, que no plaza. Entorno de la Fuente Humilde o Rinconada de la Fuente Testigo o Travesía de la Plaza Desaparecida. ¿No querían nuestros arquitectos y munícipes de hace unos años modernizar la ciudad, aunque fuera entrando a saco en la esencia del casco histórico? Pues que sus sucesores actualicen también el nombre. Y pensar que en este promontorio ocupado hoy por edificios elevados estuvo el cogollo de la ciudad a lo largo de siglos...


Mientras, el escudo enigmático, relavado o reinstalado, de la ciudad vela simbólicamente por la traída de las aguas del caño. Un detalle kitch para un rincón que se extravió hace tiempo. Francamente: uno preferiría el ambiente y la arquitectura de la plaza que fue a la migaja de un escudo. Las señas de identidad no son los emblemas sino el mantenimiento, la preservación y la armonía de los espacios urbanos. Incluso los antiguos.

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