Ese mismo edificio del trampantojo tiene otros elementos que se retrotraen a hace setenta u ochenta años. O más. Hoy, catapultados a la ruina, resisten con fiereza. Pero no se puede negar su situación. Miradores ya ruinosos; puertas que no se abren; escaparates cuyos cuarterones los tapan a cal y canto; galerías de trampillas que se levantan dificultosamente; una barandilla extraída de un jardín barroco; una pequeña tienda de comestibles que sobrevive por inercia...Y el ladrillo. El ladrillo dando siempre entidad a la armonía del edificio y entereza a la materialidad de su construcción. Este impresionante caserón que da a las calles San Luis y Asunción, formando chaflán, tiene el encanto de las viejas glorias. Nadie las mira, pero nadie podría vivir sin ellas.
¿cuanto durara?
ResponderEliminarLo que la especulación inmobiliaria tarde en salvar su pinchazo ávido. Gracias, Bati.
ResponderEliminarEs un edificio precioso para rehabilitar y dejarlo para viviendas.
ResponderEliminarTendría muchas ideas para ese edificio.
Saludos
Anuska
Toma, y yo, Anuska. Pero ni me lo planteo. Y como ése hay muchos por la ciudad. Pasto de la especulación en cuanto se salve el bache.
ResponderEliminarBuena noche.