diario de un vallisoletano curioso

domingo, 28 de marzo de 2010

Pedro, un ferroviario de raza

No, no es el último ferroviario, pero sí de los últimos de raza. Lo es tanto que vive todavía en la antigua estación de Valladolid-La Esperanza. Desde allí todas la mañanas divisa la perspectiva de la línea de raíles que antiguamente iban hasta Ariza y Barcelona. Tiempos del Shanghai Exprés que, acoplado con dos locomotoras, trasladaba gallegos, leoneses y mesetarios a la ciudad mediterránea a lo largo de interminables horas y kilómetros. Los últimos trenes de transporte de automóviles de Renault ocupan las vías y mantienen una apariencia de circulación que no pasa de ahí.

Pedro, a sus ochenta años, ha visto de todo. Y sobre todo de vida ferroviaria, desde sus orígenes en Burgos de Osma. Te saca a relucir el último accidente en Arévalo y te explica dibujando en el suelo con su bastón cómo se ha podido dar el alcance del tren bobinero del otro día. Cargado con su bolsa del pan y de medicinas -que si la tensión alta, que si lo circulatorio- no tiene inconveniente en pararse todo el tiempo que haga falta y echar una charlada amable.

Si le picas sobre la situación en el país, le sale la vena socialistona y republicana y te habla contundente pero con ironía y argumentos razonados. Si le mencionas lo que pasa por el mundo te das cuenta de que está informado y es analítico como su elevada capacidad de reflexión se lo permite. Su memoria de lo antiguo casa con lo que se relata en los noticiarios de cada día y que procesa con una frescura sorprendente, tranquila y aguda. Hace hincapié, y eso es lo que le saca de sus casillas, en las contradicciones y en la actitudes morales de los políticos de derechas que tan pronto hacen y dicen una cosa como luego dicen y hacen otra. Vamos, que lo tiene clarísimo, con lo que concluyes que además es un ciudadano con todas las consecuencias, que tiene en alta estima informarse y tener opinión. Cultiva todavía una pequeña huerta a la orilla de su casa que le da ocupación y sentido personal. Mejor que cualquier libro de autoestima. Volved para mayo, que habrá rosas, nos dice al despedirse. Qué invitación tan generosa y sutil.

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