En la otra cara de la construcción anterior he aquí este edificio de la Plaza del Poniente. Más de medio siglo y sigue pareciendo recién hecho. En la década de los cincuenta se permitían estas alturas, con todo el desequilibrio que producía en el entorno. Sobre todo en esta zona, inmediata a la Plaza Mayor y a la Plaza de la Rinconada. Sin embargo, haciendo abstracción del medio circundante, y de la catástrofe que suponía edificar así en el corazón de la ciudad, el edificio es espectacular, desafiante.
Aunque no disponga de mucha perspectiva para contemplarlo. Si lo miras desde su base tienes la sensación de que es un rayo. Esa angulación taja el aire. Hay que ponerse en la vertical del ángulo apropiado para valorar su volumen y deleitarse con ese esquinazo airoso y extraordinariamente elevado que recuerda una arquitectura avanzada en un tiempo aún gris. Un estilo perdido que habría que rebuscar entre las vanguardias europeas, constructivistas o expresionistas, pero que constituye aquí una excepción. Acaso fuera una cuenta pendiente de su arquitecto, José María Plaja Tobía, que había estado haciendo antes otras cosas más convencionales y nada arriesgadas.
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