Puede gustar o no la temática. Pero aplicando la estética cómic a la autodefensa, la verdad es que las representaciones son exquisitas. Muy curradas y sumamente divertidas. Esa caricaturización suaviza las armas que el cuerpo desarrolla bajo una serie de ejercicios. Al fin y al cabo, anuncia un gimnasio de artes más o menos marciales, y es lo que se vende. La pared es todo un eco de las disciplinas que supongo se imparten allí dentro. Está perdida, y es una lástima, allá donde la ciudad acaba, junto al cauce del Esgueva. Bueno, donde acababa, porque el nuevo barrio Los Santos-Pilarica va a integrar una ribera de ese río menos presuntuoso, pero no menos vallisoletano, que el señorial Pisuerga. El Esgueva es un río expulsado de la ciudad ya hace mucho tiempo, pero con patente de centralidad a través de sus dos ramales procedentes desde el Este. Sorprendentemente, la ciudad vuelve a reintegrarlo por motivo de su crecimiento en dirección Norte. Si le cuentas a la gente lo de Camino del Martillete no sabrá llegar ni pidiendo un taxi. Ni siquiera es fácil descifrar la nomenclatura de la calle. Pero para el paseante no hay problema: sólo es cuestión de tomar los paseos laterales del río en dirección a su origen. No tiene pérdida.
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