diario de un vallisoletano curioso
lunes, 26 de julio de 2010
El vate
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domingo, 25 de julio de 2010
Hablan las paredes
Cada mano tiene su fin y su sentido. Bienvenido el clamor de la opinión de la ciudadanía que no tiene otros medios para expresarla. Al paso que vamos, las calles volverán a ser lo que fueron: dazibaos reactivos, pero profundamente humanos.
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jueves, 22 de julio de 2010
Los espectros del Poniente
miércoles, 21 de julio de 2010
Con setenta y pico años de retraso
martes, 20 de julio de 2010
La amabilidad de una plaza pequeña
La amabilidad de una plaza pequeñita. Y arbolada. La plaza del Crepúsculo es eso, un minúsculo territorio apacible que remata la larga fila de chopos de la avenida de Irún. Es curioso cómo una hilera larga de árboles puede dulcificar la aspereza del muro del ferrocarril en esa calle.
Crepúsculo. Un nombre precioso e inmenso que aquí se concentra simplemente en una isleta que, al menos, resulta peatonal. Un espacio de juegos infantiles de poco empaque, unos bancos, una fuente modelo modesto de patente Valladolid. Una fuente que no sé si ahora echa agua, y que más parece un elemento insignia de la ciudad (recuérdese que hay unas cuantas y todas secas) La pequeña plaza sirve al menos para aislarse de la asimetría de calles que la rodean. Y de ese horroroso paso elevado en zigzag que instalaron sobre el trayecto del AVE y que comunica -y alarga el recorrido- con el demediado Parque de las Norias, el Polígono Argales y lo nuevo que se va haciendo de la denominada pomposamente Ciudad de la Comunicación.
Pero no se minusvalore el lugar. A ciertas horas está lleno de vecinos. Y con la presencia de estos se cumple el papel fundamental de un lugar público. Me gusta la Plaza del crepúsculo, por lo entrañable que es, incluso para el simple transeúnte que jamás se parará y se sentará en uno de sus bancos.
sábado, 17 de julio de 2010
Cara a cara con Tagore

"En la última playa del mundo los niños se reúnen. El infinito azul está a su lado, al alcance de sus manos. En la orilla del mundo, más allá de la luna, los niños se reúnen, y ríen, gritan y bailan entre una nube de oro. Con la arena rosa, dorada, violeta -en el alba, al medio día, por la tarde- edifican sus casas volanderas. Y juegan con las menudas conchas vacías. Y con las hojas secas aparejan sus barcas y, sonriendo, las echan al insondable mar. Los niños juegan en la ribera del mundo, más allá del cielo.
No saben navegar, ni saben lanzar las redes. Los niños pescadores de perlas se hunden en el mar y, al alba, los mercaderes se hacen a la vela; los niños entretanto acumulan guijarros de colores y luego, sonriendo, los dispersan.
No buscan tesoros escondidos, ni saben echar las redes. Sube la marea, con su ancha risa, y la playa sonríe con su pálido resplandor. Las ondas en que habita la muerte cantan para los niños baladas sin sentido, como canta una madre que mece la cuna de su hijo. La ola baila y juega con los niños y la playa sonríe con su pálido resplandor.
En la última ribera del mundo los niños se reúnen. Pasa la tempestad por el cielo solitario, zozobran los navíos en el océano sin caminos, anda la muerte, anda la muerte, y los niños juegan, entre una nube de oro. En la orilla del mundo, más allá de la luna, los niños se reúnen en inmensa asamblea de risas y de danzas y de juegos y de cantos."
Podría ser. Álex, algún día, los leerá. Seguro.
viernes, 16 de julio de 2010
Dioses, dragones y geniecillos
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Plantas de forja
jueves, 15 de julio de 2010
Libertad de expresión en el retrete
Y te estás tomando una cerveza, o dos, y de pronto te entran unas ganas irreprimibles. Y no debes reprimirte, por aquello de que no es sano contenerte, y dejas la terraza y a los acompañantes, momentáneamente, en medio del arbolado de la plazoleta, y te metes dentro. Un salón reconvertido, donde añoras las tinajas de otrora, pero donde agradeces la permanencia de las mesas y de la barra, y un ambiente acogedor y desinhibido. Y lo atraviesas y te precipitas tras una puerta que deduces que es la puerta oportuna, porque no lo tienes claro. Y ya dentro, te relajas y respiras profundo y te desahogas, y tras la misión higiénica -bendita diuresis natural la de la cerveza- te das la vuelta subiéndote la cremallera sacrosanta. La trasera de la puerta está ahí, esperando tu contemplación. Y rogando una fotografía. Alabada sea la libertad de expresión.
miércoles, 14 de julio de 2010
La vida sigue, oigan
Bueno, ya pasó todo, entre la euforia excesiva y la novedad sorprendente. Subidón de autoestima, dicen algunos. ¿Era necesaria, así y de esa manera? ¿No se trataba acaso de un espectáculo y un juego, con un coste millonario, eso sí? ¿Acaso hemos dejado de hacer lo que de ordinario hacemos o no hacemos? ¿Ha cambiado algo en el fondo de cada individuo? ¿Somos más ricos, somos más generosos, somos más buenos? Se podrían hacer tantas preguntas…Pero es de Perogrullo. El que quiera seguir flotando en ese globo de la ilusión perenne, allá él. Todo sigue igual. Las banderas de los patios interiores, que no se arriaron jamás, vuelven a reafirmarse como la seña de identidad cotidiana. Son cuatro fotos, pero podrían haber sido cuarenta mil. El multicolorido de las enseñas habla por sí solo. La verdadera constitucionalidad de la ciudadanía reside en el esfuerzo por la supervivencia y el ganarse el pan día a día. Que la normalidad nos cubra con su manto pacífico.

lunes, 12 de julio de 2010
El camino de sirga del barrio de La Victoria
sirga.
1. f. Mar. Maroma que sirve para tirar las redes, para llevar las embarcaciones desde tierra, principalmente en la navegación fluvial, y para otros usos.
1. loc. adv. Mar. Dicho de navegar: Tirando de una sirga desde la orilla.
Camino de sirga.
1. m. El que a orillas de los ríos y canales sirve para llevar las embarcaciones tirando de ellas desde tierra.
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