diario de un vallisoletano curioso

martes, 18 de mayo de 2010

Humildad de la vida


He aquí una imagen de la sencillez. No importa que del abandono. También lo es de las leyes inexorables de la vida. Y de las caducas leyes de la economía de los hombres. Y sobre todo de los ciclos temporales. Aquellos que, hagan lo que hagan nuestras sociedades en orden al desorden, con sus plagas de aniquilación de especies y secuelas de deterioro del medio, siguen manifestándose porque la inexorable expresión de las estaciones del año, la transmisión de semillas por el aire y su adecuación al suelo, sea cual sea éste y sea propiedad de quien sea éste, no la detiene ni dios.

No es más que una tapia y una puerta. El valor de un metal oxidado, con cierta imaginación en sus formas decorativas. Detrás, terreno baldío. Malas hierbas -¿a quién se le ocurrió el término “malas hierbas”? ¿Al productor enriquecido y enloquecido por los precios del mercado?- , una serie de muros pantalla con un hormigón armado que no llegó a levantar edificio alguno, varios arbolillos alegres y gratificantes. Y esta parra -¿a alguien se le ocurriría tildarla de salvaje?- que asoma entre los vanos de la puerta. Por encima del tapial, compitiendo con los heterodoxos cables de la electra, trenzando sus ramitas entre la rejería humilde de una puerta que no conduce a ámbito alguno.

Es el triunfo de la modestia y de la vida que no pide permiso a nadie. El solar se encuentra en la Carretera de la Esperanza esquina con una calle sin salida llamada Calle del Día. Humilde calle menor dedicada al efímero pero inmenso fenómeno llamado día. Por menos méritos, un sinnúmero elevado de políticos del pasado de dudosa reputación, de clérigos, obispos y papas sin mayor honra ni aportación a la mejora de la existencia humana, de santos sin especial contribución a la vida, de guerreros con escasas virtudes con las que contribuir, de especuladores expresamente inmorales, por citar algunas condiciones humanas de todos conocidas, por menos méritos, digo, se han otorgado sus nombres a calles de buena hechura y avenidas de abundante tránsito. La parra no necesita mención. Ella crece, saluda a la primavera y proporciona el goce al transeúnte.


8 comentarios:

  1. Me encanta en los detalles que te fijas, jejeje. Bonitas fotos.
    Ah! El día 23 de Abril fue el cumple de mi novio y convencimos a mi familia de que el 24 fueran para allá. Mis padres ya conocen Valladolid pero mi hermano y su novia no, así que, les dimos un minitour por la ciudad: Caballería, CampoGrande, Calle Santiago, Plaza Mayor, Poniente, Pisuerga y playa, Coca) y les encantó. Mi cuñada parecía una niña pequeña con los pavos reales, allucinaba de que estuvieran en libertad y su edificio favorito es el de Caballería. El de mi hermano fue San Benito ya que todo lo que tenga que ver con el Temple le fascina. Lástima que todo ésto tuvo que ser en una hora y media, por lo que nos dejamos muchas cosas sin enseñarles (algunos de mis sitios favoritos como La Antigua, por ejemplo)
    Me encantó mostrarles la ciudad en la que paso casi la mitad de mi vida y lo que más ilusión me hizo fue que les encantó.
    Espero que no te moleste que me haya enrollado contando mi vivencia pero es que me apetecía compartirla contigo que amas tanto la ciudad.

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  2. La sencillez de la vida que se abre paso. Y muy cierto tu texto.

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  3. Pati. Me alegro de ese minitour, aunque imagino que supo a poco. Bueno, un aperitivo. No soy proclive a hacer publicidad, pero siempre animo a que se conozca una ciudad que ha cambiado bastante en las últimas décadas. Bueno como casi todas las ciudades.

    Me gusta que te hayas explayado. Esta tribuna modesta está para eso.

    Ah, y me abrumas, pero me estimula, que digas que amo la ciudad. Dicen que los que amamos una ciudad de verdad somos aquellos que vivimos la tensión del amor/odio cada día. Los que somos críticos, y no nos conformamos con el color y la apariencia.

    Cuidarse.

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  4. Ramón. Sencillez frente a barbaries urbanísticas y abandonos varios, sí. Gracias.

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  5. Yo diría que es el triunfo también de la belleza de la vida. Esa planta es muy hermosa y el contraste con una puerta envejecida y pobre es como una varita mágica. La salva y la hace muy elegante y noble.

    Es increíble andar por las calles, siempre nuevas, o nosotros, nuestros ojos que saben mirar cada vez más y mejor.

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  6. La descripción de patigochi me ha gustado mucho.

    Sobre las fotos:
    Si todos volviéramos a esa sencillez- qué no humildad- el Mundo sería muy diferente.
    Las plantas crecen solas, sin demasiadas cosas y sin odios.

    Mis ojos pasean a trevés de sus ojos por una ciudad que desconozco.

    Saludos

    Anuska

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  7. Así es, Elvira, al menos yo lo sentí, la sentí así. Y te diré más. ¿Por qué uno puede pasar mil veces por un lugar y no fijarse, no apreciarlo, no reconocerle el valor? Los humanos somos demasiado aéreos, demasiado despreciativos de lo diferente. Pero en lo diferente, en ese acontecer ajeno está también nuestra expresión. Cuando veo cosas como ésta, una parra, una puerta obsoleta, un vacío detrás, un olvido, es cuando más me entiendo.

    Qué cosas.

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  8. Anuska, tienes razón. Pero la humildad es el procedimiento ético que los humanos debemos manifestar para llegar a lo otro, al otro. La aparente sencillez es complejidad. Fíjate en la imagen: un solar abandonado, unos muros bajos, lo que fue una puerta, algunas plantas no cuidadas allí detrás que no obstante tienen sus leyes y se muestran por vía de su propio impulso y su ley biológica...¡Nada sencillo! ¡Todo extraordinariamente, ricamente, complejo!

    Estoy de acuerdo en la sencillez como valor, como concepto ético. No hay sencillez ni en la infancia en el mundo de la especie humana, al menos. Pero se trata de rescatar el entendimiento. Bajar de nuestras categorías soberbias.

    A mi las hierbas salvajes me entusiasman. Las dedicaré más espacios.

    Gracias, cuando quieras.

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