diario de un vallisoletano curioso

martes, 11 de mayo de 2010

El puyazo de los disidentes

El mensaje vuelve la oración por pasiva. Si históricamente se ha considerado que la fiesta de los Toros era algo sacrosanto, poco menos que la esencia del ser español, el movimiento antitaurino plantea el asunto a la inversa. Ser español también es ser no criminal. Guste o no guste a los amantes de las corridas con truco y ventaja, los opuestos a la Fiesta ponen su puyazo.

En un país en el que la sangre ha corrido a lo largo de los siglos a borbotones, y no solo la de los toros, la de las cabras o la de los cerdos, es al menos gratificante comprobar que existen otras gentes que no están de acuerdo con el baldío derramamiento de la sangre de otras especies. ¿Baldío? En absoluto. Desde el punto de vista de los partidarios de los Toros, la Fiesta procura varias satisfacciones. Una, el pingüe negocio de una crianza y de un comercio diversificados que parece que jamás tiene crisis. Dos, el entretenimiento de masas en torno a un espectáculo de dudoso riesgo, salvo para el toro. Y cuando hay riesgo, por error de cálculo del figura o porque el toro gana la partida, encima el gentío se echa las manos a la cabeza culpabilizando al toro. Siempre me resultó gracioso el asunto. ¿Qué quieren? ¿Qué encima el toro se quede con las patas cuadradas dejándose acosar por los violentos? Tres. Que mucha gente encuentre un signo de identidad patrio -por ejemplo, la democracia no es un signo de identidad, o al menos no lo es en suficiente medida, para muchos españoles- que debe preservarse. Conozco mucha gente que vive con el agua al cuello, pero que no le priven de su abono para los Toros.

Sí, ya sabemos que toda la “industria” del toreo se refrenda en aras de un culto cuasi intocable. ¿Qué pide el pueblo? ¡Vacas! Decía un antiguo dicho popular. A partir de esa exigencia de pan y circo no cabe esperar mucho del cambio de mentalidad de un sector de esta España eterna. ¿Aceptará la Unión Europea este estado de cosas? Supongo que sí. Ya se sabe. Se crea una especie de estatuto de la peculiaridad, con la excusa etnográfica, y hale, a tirar para adelante, que hay muchas pelas, perdón, muchos euros en juego.

N.B. Un punto crítico a los artífices del cartel. La fiesta de esta semana se llama San Pedro Regalado. No pasaba nada por mantener el nombre completo. Simplemente, porque así es conocido. Quien lo lea lo va a relacionar mejor. Lo políticamente correcto me pone malo.



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