Pero Eduardo, y todo el mundo lo sabe, tiene también la faceta de editor. Un editor autodidacta, con una ejecución sumamente cuidada en papel verjurado, y los libros cosidos y encuadernados a mano. Sus diseños son únicos. Y cuando digo únicos lo digo para esta ciudad y para el mundo. Desde su colección Tansonville ha publicado obras de Arcadio Pardo, Máximo (gráfica del Cantar de los Cantares), Pedro Casariego, Hilario Tundidor, López Grandolí, Parreño o Ángel Guache. Amplió sus colecciones con la denominada Gilberta Swann, donde tiene publicada a Pilar Rubio, Rafael Marín y J.M. Calleja. Incluso se atrevió a comenzar la colección Gran Hotel de Balbec, donde su devoción por Pedro Casariego le llevó a editar La risa de Dios. Bueno, ya se ve, y lo digo para quien no lo sepa, resulta que este hombre está tocado por todo Proust. Y más en concreto por la monumental En busca del tiempo perdido. Se nota en los nombres que elige para sus colecciones, ¿verdad?
Ayer quedamos en la corriente de la brisa mañanera de la vieja calle Detrás de San Andrés. Perdón, ahora de Domicio Cuadrado, el expárroco de la citada, al que sigo encontrándome fumando su purito y sentado en algún banco del barrio, y siempre propicia una charleta. En torno a una de las mesas de El colmao me pasa su última producción, Oigo unos ojos, del poeta José Manuel Suárez. Abro al azar el libro, leo:
SUBO A ELLOS para escuchar unos ojos.
Ciego soy;
Tropiezo, estoy cayendo.
Me estremezco. Pero me gusta estremecerme en mi soledad de lector. Compruebo que Eduardo sigue sacando 333 ejemplares, numerado a mano cada uno. Eduardo, ¿sabes que lo que más ilusión me hace es ver dibujada a mano la cifra (número 55, número 56…) a la vuelta de una de las primeras páginas, las que presentan la obra? Parece mentira que uno dedique tanto tiempo a contemplar el número. ¿O es que mis ojos, cuya mirada también oye, los leen como parte de esa obra poética?
SUBO A ELLOS para escuchar unos ojos.
Ciego soy;
Tropiezo, estoy cayendo.
Me estremezco. Pero me gusta estremecerme en mi soledad de lector. Compruebo que Eduardo sigue sacando 333 ejemplares, numerado a mano cada uno. Eduardo, ¿sabes que lo que más ilusión me hace es ver dibujada a mano la cifra (número 55, número 56…) a la vuelta de una de las primeras páginas, las que presentan la obra? Parece mentira que uno dedique tanto tiempo a contemplar el número. ¿O es que mis ojos, cuya mirada también oye, los leen como parte de esa obra poética?
Por favor
ResponderEliminar¿Como podría conseguir un ejemplar?
¿Hay alguna dirección de internet?
Saludos
Anuska
Conocía su nombre, pero no lo identificaba ni sabía de tantos detalles sobre lo que ha hecho y escrito. Gracias por la información. Le seguiré de cerca. Un abrazo
ResponderEliminarDesconocía el buen hacer de la persona que describes, desde ahora ya no será un desconocido para mí.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues Anuska, no sé, vamos que me parece que no, en el libro no figura. Le preguntaré al editor, pero yo te puedo sugerir también una dirección de librería donde él los lleva personalmente (Todo lo hace en persona, incluso la distribución)
ResponderEliminarFernando, si te interesa conocer la obra editada seguro que en ls librerías más completas la tienen, o al menos parte de ella. Te lo digo más que nada por la calidad de edición. Superan lo habitual.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Javier, por tu presencia en Píllala. Me parece interesante que gente que hacemos blogs vinculados a temas urbanos, sea cual sea su óptica, nos aproximemos. Me pasearé por el tuyo también.
ResponderEliminarUn abrazo.
La deliciosa portada del libro que Eduardo sostiene en sus manos es uno de los cristos grünewaldianos de Pepe Pin Rodríguez, autor de otras portadas de Tansonville y de su antiguo sello (la casa de Proust con girafas)
ResponderEliminarEn efecto, Casilda. Tal vez debería haberlo nombrado, pero me había centrado en Eduardo. Y como de vez en cuando me encuentro con Pepe, cualquier día que lo pille lo saco en el blog.
ResponderEliminar