Aparentar lo que no es también constituye un arte. A veces resulta definitivo. A veces es circunstancial, mientras se decide la recuperación de una fachada o de un edificio entero. Este ingenioso y monumental trampantojo -deteriorado en parte por los clásicos destrozatodo- se encuentra en uno de los edificios fundamentales de las antigua Azucarera Santa Victoria, entre el Políigono Argales y la Carretera de la Esperanza.
El conjunto de arqueología industrial se denomina ahora Parque Las Norias de Santa Victoria. Un conjunto de varias edificaciones cuyo fin para servicios y recreo se encuentra aún a medio gas. Con motivo de las últimas elecciones municipales el alcalde urbanizó y llenó de verde el entorno. A algún espacio menor se le dotó de uso, pero el conjunto ha seguido infrautilizado. Las cosas del electoralismo son así; no tendrían que ser, pero el ansia populista lleva a hacer las cosas más de cara a la imagen que se vende y reporte votos que a una recuperación total y efectiva. ¿Consecuencias? Que el amplio espacio ha sido pasto del gamberrismo. Y que por lo tanto, a medio y largo plazo salga más caro. Por otra parte, mientras no se supere la barrera del ferrocarril, con su consiguiente soterramiento, no puede ser un polo de atracción de los vecinos de la Zona Sur, Camino de la Esperanza y La Farola.
Pero hoy sólo quería sacar a relucir el trampantojo. Es una manera de engañar -relativamente- al ojo. Más bien de compensar la espera y adecentar el espacio. De todos modos, hay gente que aprovecha para hacer caminata y darse una vuelta por el entorno. Y juro que esa gente no es parte del trampantojo.
Qué fuerte y qué cutre. Me has dejado sin palabras. Los ayuntamientos son lo peor, si yo te contara del de mi ciudad...
ResponderEliminarNUbeh. Para tu satisfacción. Ahora sólo te falta conocerlo.
ResponderEliminarRamçon. De todos modos, al menos permanece esa huella de una industria que viene del siglo XIX. Y antes o después espero que se consiga dotar de uso a todos y cada uno d elos espacios.
ResponderEliminarPor otra parte, se ve que el trampantojo cumple la función de salvar la apariencia. Aunque físicamente parezca que sólo es engañar al ojo.
Y yo no creo que los Ayuntamientos tengan que ser lo peor. Lo que tienen que tener claro es un orden de prioridades. Escuchar a los ciudadanos a través de sus entes cívicos, asociaciones, etc. No solamente a la hostelería y a los poderes fácticos tradicionales. Y nunca jugar con electoralismos baratos.
El tema da para largo.
Un abrazo.