Parecía un coche aerodinámico, de última hornada, con el fondo del Ayuntamiento presto a ser sobrevolado. La troupe estaba de par de mañana tan de preparativos en la Plaza Mayor que no me quedé ni con el nombre del grupo. Pero afanosos se les veía un rato. Cada uno a la suyo y lo propio para los demás. O mejor dicho, para el resultado de lo pretendido. Lo que me gusta de verlos así es que todos son una tropa colectiva, imbricada. Nadie resalta por encima de nadie. O eso me parece. Y ahí, el enigma. ¿Son unos los técnicos y otros los artistas? ¿O los de las bambalinas son también los artistas? ¿Son más artífices los que manejan los cables y las estructuras que los que dan la cara al público? ¿Son una fusión unos de otros? ¿Es un reparto de tareas o una alternancia de las mismas? ¿Son las tripas del espectáculo o parte del alma? Por eso me gusta ir a verlos antes de la muestra. Me intriga siempre lo que hay detrás. Y quedarme con el misterio.
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