Ésta es la ciudad que no me gusta. La ciudad que otros dañan, sin apreciar lo que cuesta cada elemento de mobiliario urbano. La ciudad que parece dar un paso adelante y si no somos cívicos da dos pasos atrás. Ya cuesta lo suyo la mentalización lenta y no sé hasta qué punto colaboradora de nuestros paisanos en orden a la selectividad doméstica de los residuos, como para que encima se carguen los contenedores subterráneos de última hornada. Se dirá que ha sido un accidente, pero si el causante iba borracho, ¿fue un mero accidente? Y no, eso tan manido de ya lo pagará el seguro o lo otro de ya los pondrán nuevos no me vale. De momento, ahí está el estropicio. Anulado todo el bloque de contenedores. ¿Llegaremos alguna vez a ser netamente europeos? A este paso...
Tienes toda la razón.
ResponderEliminarSiempre hay algun salvaje tocando las narices.
Saludos.
Me alegra saber que hay más gente que participa de mi sensibilidad.
ResponderEliminarUn abrazo, Miguel.
Yo creo que eres demasiado indulgente con este tipo de acciones. Muy probablemente no se haya tratado de un accidente, sino de un acto de vandalismo puro y duro, como los habituales en mi Madinat Mayrit contra cualquier elemento urbano que se instale: papeleras, arbolitos recién plantados, señales de tráfico, etc. etc.
ResponderEliminarAcaso tengas razón, Marta, pero quiero dejar abierta la puerta de las posibilidades. No me gusta obsesionarme con la maldad, intrínseca o adquirida por despecho, de ciertos conciudadanos poco agraciados por la capacidad de razonamiento. Una vez más, ignirancia y maldad van de la mano.
ResponderEliminarGracias por pasarte.