Todo artista que progresa es también un teórico. Y en este sentido he recogido un texto de Man Ray para arrojar luz sobre sus inquietudes creativas.
Hay puristas en todas las formas de expresión. Tenéis fotógrafos que mantienen que su procedimiento no tiene nada que ver con la pintura; pintores que imitan mal la fotografía, aunque en el último siglo un amplio grupo de predecesores ya habían encontrado en ella una veta de inspiración y la habían utilizado. Hay arquitectos que pretenden que su obra se baste a sí misma y rechazan colgar un cuadro en sus paredes. En el mismo espíritu, cuando apareció el automóvil, hubo quienes seguían viendo en el caballo la forma perfecta de la locomoción. Todas estas actitudes son recelosas a que una cosa tome el lugar de otra. No hay nada de eso. Solamente hemos extendido nuestro dominio y nuestro vocabulario. No veo ningún intento de suprimir el automóvil a causa del avión.
He tenido mucha suerte al comenzar mi carrera como pintor. Cuando me encontré por primera vez ante una cámara fotográfica, me sentí muy turbado y, por ello, decidí estudiarla. Pero he conservado mi visión de pintor, hasta tal extremo, que me han acusado de hacer fotografías semejantes a cuadros. Yo no lo he dado importancia, ocurre así simplemente a causa de mi formación y de mis antecedentes. ¡Muchos años atrás había concebido ya la idea de hacer un cuadro semejante a una fotografía! Había una buena razón para ello: deseaba desviar la atención de la habilidad de pintar, a fin de que la idea esencial de mi trabajo resurgiera con plenitud. Bien entendido siempre hay quienes miran a los demás con lupa y buscan distinguir el “cómo” en lugar de hacer trabajar su cerebro para llegar a comprender el “por qué”.
En otra ocasión se publicó un libro que presentaba veinte fotografías el mismo modelo, realizadas por veinte fotógrafos distintos. Eran tan diferentes como veinte cuadros del mismo tema. Esto demuestra, de una vez por todas, la flexibilidad de la cámara fotográfica y su valor como instrumento de expresión. Hay un gran número de cuadros y de edificios que no son obras de arte. Es el hombre quien maneja el instrumento del que procede el carácter artístico de la obra. La naturaleza no crea obras de arte. Somos nosotros, gracias a nuestra facultad de interpretación propia del espíritu humano, los que vemos el arte.
Hay puristas en todas las formas de expresión. Tenéis fotógrafos que mantienen que su procedimiento no tiene nada que ver con la pintura; pintores que imitan mal la fotografía, aunque en el último siglo un amplio grupo de predecesores ya habían encontrado en ella una veta de inspiración y la habían utilizado. Hay arquitectos que pretenden que su obra se baste a sí misma y rechazan colgar un cuadro en sus paredes. En el mismo espíritu, cuando apareció el automóvil, hubo quienes seguían viendo en el caballo la forma perfecta de la locomoción. Todas estas actitudes son recelosas a que una cosa tome el lugar de otra. No hay nada de eso. Solamente hemos extendido nuestro dominio y nuestro vocabulario. No veo ningún intento de suprimir el automóvil a causa del avión.
He tenido mucha suerte al comenzar mi carrera como pintor. Cuando me encontré por primera vez ante una cámara fotográfica, me sentí muy turbado y, por ello, decidí estudiarla. Pero he conservado mi visión de pintor, hasta tal extremo, que me han acusado de hacer fotografías semejantes a cuadros. Yo no lo he dado importancia, ocurre así simplemente a causa de mi formación y de mis antecedentes. ¡Muchos años atrás había concebido ya la idea de hacer un cuadro semejante a una fotografía! Había una buena razón para ello: deseaba desviar la atención de la habilidad de pintar, a fin de que la idea esencial de mi trabajo resurgiera con plenitud. Bien entendido siempre hay quienes miran a los demás con lupa y buscan distinguir el “cómo” en lugar de hacer trabajar su cerebro para llegar a comprender el “por qué”.
En otra ocasión se publicó un libro que presentaba veinte fotografías el mismo modelo, realizadas por veinte fotógrafos distintos. Eran tan diferentes como veinte cuadros del mismo tema. Esto demuestra, de una vez por todas, la flexibilidad de la cámara fotográfica y su valor como instrumento de expresión. Hay un gran número de cuadros y de edificios que no son obras de arte. Es el hombre quien maneja el instrumento del que procede el carácter artístico de la obra. La naturaleza no crea obras de arte. Somos nosotros, gracias a nuestra facultad de interpretación propia del espíritu humano, los que vemos el arte.
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