diario de un vallisoletano curioso

sábado, 15 de mayo de 2010

La rana como excusa del juego



Los cachorros, ¿riñen o juegan? Es un estado, como en otras especies, para el que sólo cabe reinventar un concepto intermedio. La disputa es un juego. Acaso en esa aleación se encuentre la esencia del término pacífico. El juego es un toma y daca, más o menos enérgico. Tienen que colaborar entre ambos para alcanzar la diversión. Y a la vez, es un tanteo de las propias fuerzas de cada uno. En el esfuerzo por la cooperación están las risas, los corajes, las prisas, la precipitación y una simpatía que les vincula como si se conocieran de siempre. En el fin, está la satisfacción producida por algo que no saben aún que está cargado de vida: la química interior, el carácter, la expresividad, la puesta a punto y a prueba de los órganos del cuerpo y de las facultades sensoriales y afectivas. Es lo bueno del estado de ser niño. La facilidad para conectar, para entregarse, para emprender juntos una tarea. Bajo el imperio de lo lúdico. ¿Es lo lúdico la verdadera esencia del humano? La rana era la excusa. Si se hubiera dejado solos a los niños habrían continuado infatigables el juego. Así lo hicimos todos. Ahora, ya demasiado mayores, aún permanece en nosotros cierto apéndice vital de aquel aprendizaje que se llama amistad.

(Fotos: Juego entre niños en el mercadillo castellano de estos días de la Plaza de San Pablo)



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