diario de un vallisoletano curioso

domingo, 30 de mayo de 2010

El viajero que te ganó la mano (o el vuelo)

Subir a la cascada del Campo Grande en un día cualquiera. Cuando intuyes que no hay gente. Buscar la soledad del momento. Respirar en la cumbre. Asombrarte al comprobar que alguien se te ha adelantado. Que su vuelo ha sido más ágil y madrugador que el tuyo. Tener la sensación de que te encuentras ante el Ave del Paraíso en su trono. Reverenciarla. Sentirte humilde porque ella lo está viendo todo con más intensidad que tú. Compartir el territorio. Saber ambos que sois ajenos pero que os sentís a su vez próximos. Sorprenderte de la floresta que crece y supera la altura donde estáis. Contemplar las formas orientales de los campanarios de los Filipinos. Algo huele a los templos de Viet Nam o de Camboya coronando lo rectilíneo del neoclasicismo. Dejarte sorprender con lo aparentemente pequeño. Disfrutar el instante. Sentirte paseante en esencia. Rendido a la improvisación. Observando sin prisa. Poseyendo con la mirada sin apropiarte de los objetos. Allí volverá el pavo real. Es uno de sus dominios.



4 comentarios:

  1. ¡¡ Fantástico!! y para redondear la torre de los Filipinos recien lavada de fondo. Es muy difícil vender mejor Valladolid. Está claro que donde no llega el marketing y los apandadores, llega un vallisoletano que ejerce.
    Por menos ha pagado muchos duros nuestro ínclito alcalde.

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  2. Las cosas no hay que hacerlas porque le gusten a un alcalde o a un banderillero. Sentirse ciudadano es personal. Hay algo dentro de uno mismo que no requiere el visto bueno de la autoridad ni de la moda ni del marketing. Sólo tu visión y tu conciencia.

    La verdad es que fue una sorpresa total encontrarme al ínclito pavo real en esa posición. En las cumbres siempre se ven las cosas de manera diferente.

    Un abrazo, Miguel.

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  3. Qué preciosidad de fotos!!!! Te felicito

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  4. Gracias, Pati. La preciosidad es el objeto a fotografiar en sí. Me encanta que te gusten.

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