Qué solas se quedan las ventanas. Cuando nadie mira tras los visillos. Cuando nadie sube y baja las persianas. Cuando nadie limpia los cristales. Cuando nadie se apoya en la baranda. Qué entereza la suya, en medio del abandono. Vieja nobleza que no se deja vencer, a pesar de su decadencia. El paseante se detiene unos instantes ante ellas. Las rinde tributo. Las reconoce. Por lo que fueron. Aún ve -cree ver, imagina, recuerda- a los habitantes de la casa levantando persianas y abriendo los cuarterones. Aún escucha conversaciones de vecinos entre balcones y ventanas de pisos superiores. Fantasmas de la memoria. Respeta su melancolía.
(Se pueden ver en el Caño Argales, edificio de la Casa del Bacalao)
Eres un pozo sin fondo, vallisoletano, una bendición sin fondo...
ResponderEliminarUn verdadero hallazgo un blog como este tuyo, un verdadero placer.
Oh, uno es puro barro, y ya es algo ser barro.
ResponderEliminarGracias.