diario de un vallisoletano curioso

jueves, 21 de enero de 2010

Vindicación de las gárgolas

(Del b. lat. gargŭla).

1. f. Parte final, por lo común vistosamente adornada, del caño o canal por donde se vierte el agua de los tejados o de las fuentes.

(Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua)

Una vez limpiada y repasada la fachada de San Pablo se puede apreciar mejor toda su iconografía. Hoy traigo a colación unas esculturas que no son sólo esculturas. Continente y contenido se convierten aquí en una vistosa figuración cuyo símbolo no aparece en el imaginario cristiano, catequísticamente hablando. Su procedencia es extraña, pagana, fabulosa, rompedora. Son las gárgolas, una ingeniosa solución que navega entre las aguas de la arquitectura y de la estatuaria. Un recurso para el desagüe de las aguas del tejado, que se precipitan al exterior a través de las bocas de esos seres recreados. Fueron utilizadas ya en el lejano tiempo de las catedrales y están generalmente situadas en la cornisa superior de los edificios. A su vez otro tipo de templos y edificios civiles las incorporaron. Constituidas en formas extremadamente imaginativas, tales como monstruos, seres fantásticos, animales exagerados o humanos deformes y grotescos, las gárgolas son el contrapunto surrealista a lo sacro.


Estas dos gárgolas parecen representar figuras humanas. Pero ambas mantienen una posición extravagante e incluso están dotadas de un tipo de vestiduras ridículas. Las gárgolas rompían la línea doctrinaria de la iconografía religiosa de las iglesias y catedrales. Es como si se tratara de una licencia carnavalesca, admitida para el fin de salida y precipitación de las aguas desde las alturas. Aunque no entorpecían en absoluto la intención de los mensajes religiosos que suelen figurar en las fachadas de los templos (en algunos casos, como en San Gregorio, también de clara connotación política), es curioso que con frecuencia la belleza y originalidad de las gárgolas atraigan la atención de los visitantes antes que cualquier otro motivo. ¿No acontece así en Notre-Dame de París, por ejemplo? Aunque ahí, ya se encargó el reformador decimonónico Viollet-le -Duc de adaptarlas a su imaginario particular.

Queridas gárgolas. Es probable que esas muecas y aspavientos burlones, esas deformaciones risibles y esos disfraces descomedidos que exhibís os alejen del mítico reino de los cielos. Pero os acercan tanto a la vida de la tierra que os reivindico para tomar posesión de la república de la arquitectura, de la imaginación creativa y del arte.

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