diario de un vallisoletano curioso

lunes, 31 de mayo de 2010

Los jardines salvajes (y espontáneos)

Me gustan los jardines salvajes. Flores salvajes, yerbas salvajes, arbustos salvajes. Lo espontáneo. La mayoría de ellas sin planificación alguna. Tal vez algún árbol fue introducido voluntariamente en alguna época por los pobladores del entorno en función de unas casitas o de un camino o de una estación ferroviaria. Y esa vida improvisada, todo ese tipo de flora que no pide permiso para establecerse y que toma los solares abandonados o invade vías de tren obsoletas, resiste. No sólo aguanta. Fructifica, ocupa, se expande. De acuerdo en que no son lugares en principio apetecibles para pasear. Hay cascotes, amasijos, basuras, animales muertos. No se trata de un paisaje acorde con los cánones de diseño de los parques y jardines urbanos. Están en extrarradios, o en zonas habitadas pero que han quedado en algún terreno desocupado y pendiente de recalificación o simplemente prestos a ser domeñados por la nueva urbanización. Son espacios sine die. Pero de eso no entiende la fronda salvaje. Tal es el caso de ciertos terrenos inmediatos a la Estación de Valladolid/ La Esperanza, junto al camino de ídem, en lo que fue el trayecto ferroviario de la línea de Ariza.



domingo, 30 de mayo de 2010

El viajero que te ganó la mano (o el vuelo)

Subir a la cascada del Campo Grande en un día cualquiera. Cuando intuyes que no hay gente. Buscar la soledad del momento. Respirar en la cumbre. Asombrarte al comprobar que alguien se te ha adelantado. Que su vuelo ha sido más ágil y madrugador que el tuyo. Tener la sensación de que te encuentras ante el Ave del Paraíso en su trono. Reverenciarla. Sentirte humilde porque ella lo está viendo todo con más intensidad que tú. Compartir el territorio. Saber ambos que sois ajenos pero que os sentís a su vez próximos. Sorprenderte de la floresta que crece y supera la altura donde estáis. Contemplar las formas orientales de los campanarios de los Filipinos. Algo huele a los templos de Viet Nam o de Camboya coronando lo rectilíneo del neoclasicismo. Dejarte sorprender con lo aparentemente pequeño. Disfrutar el instante. Sentirte paseante en esencia. Rendido a la improvisación. Observando sin prisa. Poseyendo con la mirada sin apropiarte de los objetos. Allí volverá el pavo real. Es uno de sus dominios.



sábado, 29 de mayo de 2010

Los acogedores y domésticos payasos

Los Tres punto y aparte son ágiles, divertidos, inagotables y…acogedores. Da fe de ello el cuasi círculo forjado en su entorno. La vera de la Catedral es un lugar idóneo para un tipo de espectáculo que no se extiende mucho ni en escenario ni en componentes. El trabajo de este grupo es un gag continuo, donde lo gestual lo es todo. Unos payasos íntimos, siempre en pijama y con sofá de por medio, que se acercan a nosotros como si formaran parte de nuestro propio hogar.

¿El automóvil volador?

Parecía un coche aerodinámico, de última hornada, con el fondo del Ayuntamiento presto a ser sobrevolado. La troupe estaba de par de mañana tan de preparativos en la Plaza Mayor que no me quedé ni con el nombre del grupo. Pero afanosos se les veía un rato. Cada uno a la suyo y lo propio para los demás. O mejor dicho, para el resultado de lo pretendido. Lo que me gusta de verlos así es que todos son una tropa colectiva, imbricada. Nadie resalta por encima de nadie. O eso me parece. Y ahí, el enigma. ¿Son unos los técnicos y otros los artistas? ¿O los de las bambalinas son también los artistas? ¿Son más artífices los que manejan los cables y las estructuras que los que dan la cara al público? ¿Son una fusión unos de otros? ¿Es un reparto de tareas o una alternancia de las mismas? ¿Son las tripas del espectáculo o parte del alma? Por eso me gusta ir a verlos antes de la muestra. Me intriga siempre lo que hay detrás. Y quedarme con el misterio.

viernes, 28 de mayo de 2010

LMNO in fraganti (ensayos)

Soy raro. Me gusta pillar a los grupos del Teatro de Calle de estos días en los ensayos previos. O disfrazándose. O cubriendo el rostro de pigmentos. O instalando los operativos. Es como si intuyeras el espectáculo antes del espectáculo. Te acercas a los grupos. Los observas, traspasas el círculo de su ámbito, oteas las furgonetas de las que descargan los baúles. Pero sobre todo miras a los componentes en su quehacer de pruebas. Concentrados, silenciosos a veces. Los grupos más pequeños y modestos se lo hacen todo. Esta vez te quedas con los preparativos del grupo de coreografía de calle LMNO. Nueve mujeres de Francia que se montan la historia titulada Lucy. Un homenaje al antecesor descubierto en Etiopía, pero que recaba un retorno a los orígenes. Los largos bastones, los cuencos, los vestidos, los ritmos, las canciones, los movimientos y saltos se prenden del sabor africano de donde acaso salimos todos. Hay mucho en esta historia vertiginosa e imparable de relato de la historia de la humanidad. De eterno empeño en perseguir la búsqueda de los significados que hace que los individuos y las tribus se enfrenten a las dificultades, pero también al hermanamiento y a una resistencia cíclica.


jueves, 27 de mayo de 2010

Eduardo Fraile cabalga de nuevo

¿Desde cuándo conozco a Eduardo? ¿Desde las tertulias a pie de metro cuadrado de la pequeña librería -salud, Emilio, Alberto- Alkitabia? Antes. ¿Desde el paso por La Curva o el Minotauro? Antes. Desde antes de que él mismo lo supiera. Cuando un compañero de trabajo me traía hace infinidad de años una revista cultural de pequeño formato, artesanal y hecha a ciclostil, sobre Castrodeza. Andando el tiempo, la mano de aquella publicación modesta resultaba ser también la mano de los versos que nos han acompañado posteriormente. Poco puedo decir sobre el poeta Eduardo porque otros ya lo han dicho. Yo degusto cada libro de su cosecha poética y me regusto.

Pero Eduardo, y todo el mundo lo sabe, tiene también la faceta de editor. Un editor autodidacta, con una ejecución sumamente cuidada en papel verjurado, y los libros cosidos y encuadernados a mano. Sus diseños son únicos. Y cuando digo únicos lo digo para esta ciudad y para el mundo. Desde su colección Tansonville ha publicado obras de Arcadio Pardo, Máximo (gráfica del Cantar de los Cantares), Pedro Casariego, Hilario Tundidor, López Grandolí, Parreño o Ángel Guache. Amplió sus colecciones con la denominada Gilberta Swann, donde tiene publicada a Pilar Rubio, Rafael Marín y J.M. Calleja. Incluso se atrevió a comenzar la colección Gran Hotel de Balbec, donde su devoción por Pedro Casariego le llevó a editar La risa de Dios. Bueno, ya se ve, y lo digo para quien no lo sepa, resulta que este hombre está tocado por todo Proust. Y más en concreto por la monumental En busca del tiempo perdido. Se nota en los nombres que elige para sus colecciones, ¿verdad?

Ayer quedamos en la corriente de la brisa mañanera de la vieja calle Detrás de San Andrés. Perdón, ahora de Domicio Cuadrado, el expárroco de la citada, al que sigo encontrándome fumando su purito y sentado en algún banco del barrio, y siempre propicia una charleta. En torno a una de las mesas de El colmao me pasa su última producción, Oigo unos ojos, del poeta José Manuel Suárez. Abro al azar el libro, leo:

SUBO A ELLOS para escuchar unos ojos.
Ciego soy;
Tropiezo, estoy cayendo.

Me estremezco. Pero me gusta estremecerme en mi soledad de lector. Compruebo que Eduardo sigue sacando 333 ejemplares, numerado a mano cada uno. Eduardo, ¿sabes que lo que más ilusión me hace es ver dibujada a mano la cifra (número 55, número 56…) a la vuelta de una de las primeras páginas, las que presentan la obra? Parece mentira que uno dedique tanto tiempo a contemplar el número. ¿O es que mis ojos, cuya mirada también oye, los leen como parte de esa obra poética?


miércoles, 26 de mayo de 2010

Man Ray es mucho Man Ray

No es la primera vez que recibimos en Valladolid una exposición de obra de Man Ray. Este artista -pintor, escultor, fotógrafo- que recorrió distintas corrientes, el dadaísmo, el surrealismo hasta fraguar su inconfundible estilo, sigue siendo un icono del ojo que mira y percibe. La exposición en la Sala de la Pasión es sumamente interesante. Aunque domine la fotografía podemos ver algo de su obra pictórica y algunas esculturas que nos sorprenden por su modernidad.

Todo artista que progresa es también un teórico. Y en este sentido he recogido un texto de Man Ray para arrojar luz sobre sus inquietudes creativas.


Hay puristas en todas las formas de expresión. Tenéis fotógrafos que mantienen que su procedimiento no tiene nada que ver con la pintura; pintores que imitan mal la fotografía, aunque en el último siglo un amplio grupo de predecesores ya habían encontrado en ella una veta de inspiración y la habían utilizado. Hay arquitectos que pretenden que su obra se baste a sí misma y rechazan colgar un cuadro en sus paredes. En el mismo espíritu, cuando apareció el automóvil, hubo quienes seguían viendo en el caballo la forma perfecta de la locomoción. Todas estas actitudes son recelosas a que una cosa tome el lugar de otra. No hay nada de eso. Solamente hemos extendido nuestro dominio y nuestro vocabulario. No veo ningún intento de suprimir el automóvil a causa del avión.

He tenido mucha suerte al comenzar mi carrera como pintor. Cuando me encontré por primera vez ante una cámara fotográfica, me sentí muy turbado y, por ello, decidí estudiarla. Pero he conservado mi visión de pintor, hasta tal extremo, que me han acusado de hacer fotografías semejantes a cuadros. Yo no lo he dado importancia, ocurre así simplemente a causa de mi formación y de mis antecedentes. ¡Muchos años atrás había concebido ya la idea de hacer un cuadro semejante a una fotografía! Había una buena razón para ello: deseaba desviar la atención de la habilidad de pintar, a fin de que la idea esencial de mi trabajo resurgiera con plenitud. Bien entendido siempre hay quienes miran a los demás con lupa y buscan distinguir el “cómo” en lugar de hacer trabajar su cerebro para llegar a comprender el “por qué”.

En otra ocasión se publicó un libro que presentaba veinte fotografías el mismo modelo, realizadas por veinte fotógrafos distintos. Eran tan diferentes como veinte cuadros del mismo tema. Esto demuestra, de una vez por todas, la flexibilidad de la cámara fotográfica y su valor como instrumento de expresión. Hay un gran número de cuadros y de edificios que no son obras de arte. Es el hombre quien maneja el instrumento del que procede el carácter artístico de la obra. La naturaleza no crea obras de arte. Somos nosotros, gracias a nuestra facultad de interpretación propia del espíritu humano, los que vemos el arte.