diario de un vallisoletano curioso

jueves, 4 de febrero de 2010

Las últimas huellas de Las Delicias

La vecina serena y calma que llegó y se sentó en un banco del Paseo de San Vicente me trajo recuerdos. En el solar donde se ha configurado recientemente un extraño espacio libre, que no plaza, se ubicó el Mercado de las Delicias hasta hace pocos años. Ahora queda un suelo embaldosado, unos bancos, un tapiz de trepadora o hiedra que al menos dulcifica el muro de las casas que hay entre la calle Sevilla y Santa Rita, y unos cipreses cuya sombra se alarga poco por la proximidad de la pared. Una pequeña área insulsa pero al menos descongestionada.

Aquel mercado, no tan surtido como los de ahora, y aquellos puestos de melones en verano que se instalaban en el exterior, son imágenes borrosas. Lo que no es borroso es ver el cambio operado en el barrio. De las casas molineras se ha saltado a edificios de mediana altura, en calles que no han ampliado su trazado. El otrora más ligero barrio lo encuentro ahora densificado. Esta zona que recorro, más o menos próxima al túnel y al ferrocarril, es representativa de las viejas Delicias, las que nacieron a la sombra de los Talleres de la Compañía el Norte, luego llamados de RENFE. Todo el mundo sabe que Las Delicias es el barrio obrero más tradicional y que, como otros de nuevo cuño, se amplió a partir de los años sesenta.

En las fotografías he recogido algunas de las escasas edificaciones que quedan. Una de la calle Sevilla, otra de Padre Manjón, el frontis de una nave demediada que queda junto a la vía, aproximadamente donde en su tiempo estuvo la Textil Vallisoletana. ¿Será un resto huérfano de aquella fábrica? También traigo aquí la entrada a los Talleres Generales de RENFE, en la Avenida de Segovia porque, aunque parte de un núcleo industrial, tanto la fachada como su larga tapia de ladrillo quedó integrada durante más de un siglo en el barrio. Hoy, las hectáreas que se encuentran tras el muro, son objeto de la tentación del crecimiento residencial y del pelotazo. Esperemos que el Plan Rogers rompa el viejo esquema del Valladolid que crece sobre sí misma y dé paso a ese Ensanche que, a diferencia de otras ciudades en los tiempos modernos, jamás tuvimos aquí.



4 comentarios:

  1. Sin duda, evolucionar es bueno, pero manteniendo el encanto, que es lo que actualmente no se hace.
    En las Delicias nació el padre de mi novio, en una casa que ya no existe y un kiosko que tampoco existe, cuando pasamos me lo recuerdan pero a mí me fastidia no haberlo conocido en aquel entonces...

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  2. Pati. Es que hay evoluciones y evoluciones. Y las acontecidas en este país en el terreno de la construcción deja mucho que desear. Imaginativo, poco. Encanto, ninguno. Calidades, dudoso.

    ¿En qué calle estaba aquella casa y aquel quiosco?

    Gracias por seguir mirando el blog, y tu ciudad adoptiva.

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  3. Ya, a eso iba, que se está evolucionendo pero mal, en fin...
    Pues la casa en cuestión es un callejón que hay en la calle Embajadores, a la altura de la Plaza que tiene bancos y tal, ainss, ahora no me acuerdo de su nombre. Sí, digo que es un callejón porque tiraron el edificio para hacer eso, un callejón.
    Un beso

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  4. Pati. Si revisas los posts de este blog verás las barbaridades que se han hecho. No me duele denunciarlas. De la misma manera que no me cuesta reconocer las recuperaciones y cosas hechas con talento e imaginación.

    Mis visiones de la ciudad son siempre bastante apasionadas. No puedo eviarlo. Es mi ciudad.

    Besos.

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