Que Zaki Zayed y yo podamos hablar de lo humano y lo divino (por mi parte, más de lo primero que de lo segundo) es, por lo tanto, un logro del perfil de nuestro tiempo. Aunque de origen palestino, tuvo que refugiarse su familia en Jordania al invadir Israel Cisjordania en la década de los sesenta. Lleva veintitantos años en Valladolid, ejerciendo como médico naturista. Pero su sensibilidad social le lleva también a presidir una federación de inmigrantes y su actividad, aunque despiste su calmo caminar, es constante. Zaki es parte del paisaje vallisoletano.
Total, que cuando te lo encuentras por la calle con una carpeta porque va a participar en alguna mesa redonda o con la bolsa de El Corte Inglés camino de su casa, porque no sólo de pan viven los hijos de la Hégira, te encuentras con un hombre de proximidad con el que podrías estar horas valorando tanto las formas como la esencia de los humanos. El hombre aparentemente adusto y grave que observas con su bastón por la calle, es de una gran campechanía. Una de esas personas con la que gustas toparte porque aunque sea por unos breves minutos te reconforta. Ah, por cierto, Zaki es también el imán de la comunidad musulmana de Valladolid. Ahora se entenderá lo que decía al principio.
Vallisoletano. Perdone que firme con mi nombre. No tengo blog.
ResponderEliminarLa foto de su amigo es muy cálida y su sonrisa me hace sonreir también.
Las cosas van mejor, queda mucho por resolver en ese campo.
Me he olvidado de poner el nombre en mi comentario que sale como anónimo.
ResponderEliminarSoy Anuska
Gracias por opinar. Las cosas van o seguirán yendo mejor si no se baja la guardia. Los fundamentalismos permanecen agazapados e incluso crecientes a muchas bandas.
ResponderEliminarSaludos.