Defiendo la belleza de las piedras que no han llegado a formar la obra total. Las piedras que confirman una ruina sólida. La serenidad firme de un aparejo inconcluso. La disposición aérea de los sillares que no llegaron a afianzarse con otros sillares. La imagen interior y secreta que queda al descubierto. La desnudez sin cubrir que lleva la fortaleza a la obra aparente. La factura no reconocida de unos muros desgastados. El caos del edificio demediado. El silencio de unas naves del templo abortadas. El trazado malogrado de los arcos. El capricho de unos capiteles destinados al viento y a la lluvia. La soledad del vacío. El ábside frustrado. La simbiosis de la vegetación que atrapa a las piedras. La contemplación de un proceso fallido. La hermosura de la humildad trasera en contrapartida a la soberbia de la fachada. La cara que algunos la querrían oculta frente a la cara lavada. La meditación sobre los límites del hombre.
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