Hoy día, toda una acera permanece fiel a aquella época, aunque los edificios se han ido rehabilitando interiormente, si bien con una lentitud pasmosa. La otra acera mantiene alguna parte de la época de la anterior, pero ya hay edificios del siglos XIX y XX, aunque al menos mantienen unas alturas que no destruyen la estructura de la calle. Esta calle, que va desde la Plaza del Ochavo hasta la Iglesia de la Cruz, es una de mis preferidas. Y desde que se encuentra peatonalizada (¿se mantendrá así?) ha ganado en sensación de amplitud y comodidad de desplazamiento. Otra cosa es que todavía se encuentren sin habitar bastantes pisos de reciente rehabilitación, así como numerosos locales. Esto último confiere cierto desamparo al ambiente, que sin duda será superado en los próximos tiempos. No parece de recibo, por otra parte, el tipo de carteles anunciadores de los establecimientos, que son desmesurados respecto a las medidas de la fachada y encima no pegan ni con cola. Tendrán que echarle imaginación y recursos, que seguro que ambas propiedades existen, para no alterar la armonía. He oído que el Ayuntamiento quiere que los comerciantes modifiquen las rotulaciones de sus comercios, si no son acordes a la estética. En esto, como en todo, hay establecimientos que lo cuidan y ponen su punto apropiado y otros a los que les importa un pito si hace feo o no.
Poca información puede aportar ya uno que vive y recorre día a día su ciudad sobre calles históricas y representativas como Platerías. Lo sorprendente es lo que dijeron en su momento algunos viajeros. No es extraño ni nuevo que el ojo de los que estén de paso sepan valorar con mayor interés y ecuanimidad lo que ven que los propios habitantes de la ciudad.
“Como todo se refiere al rey en Castilla, la ciudad no tiene edificios públicos, salas de armas o de Diputación, como en las otras provincias, especie casi de república; solamente una casa antigua, en la que estaba la Chancillería, al presente trasladada a Medina del Campo, y una mediocre casa de la ciudad en la Plaza Mayor, que llaman el Consistorio, que es donde los regidores, magistrados políticos, se reúnen. Lo que se llama una ciudad mal hecha; las calles no son ni rectas ni anchas; una solamente, que es la Platería, está bien alineada, construida como todo con un golpe de casas iguales, y grandes puertas, ventanas, rejas y balcones, ocupando cada una el espacio entre dos pilares, cerca de treinta, a cada lado, que las separan todo a lo largo. En un extremo está la iglesia de Santa Cruz, monasterio de caballeros de Santiago, puesta de manera como si cerrase la calle; al otro lado está el Chano, que le llaman; es el avance de ocho calles que allí van a parar por cerca de tres o cuatro grandes casas y que forman una perspectiva graciosa.
Entre 1603 y 1604, el clérigo Barthélemy Joly viajó a España acompañando al abad de Citeaux, y tras visitar Montserrat, Poblet, Valencia y otros lugares llegó hasta Valladolid donde estaba asentada entonces la Corte. La descripción que hizo no tien pérdida.
“Como todo se refiere al rey en Castilla, la ciudad no tiene edificios públicos, salas de armas o de Diputación, como en las otras provincias, especie casi de república; solamente una casa antigua, en la que estaba la Chancillería, al presente trasladada a Medina del Campo, y una mediocre casa de la ciudad en la Plaza Mayor, que llaman el Consistorio, que es donde los regidores, magistrados políticos, se reúnen. Lo que se llama una ciudad mal hecha; las calles no son ni rectas ni anchas; una solamente, que es la Platería, está bien alineada, construida como todo con un golpe de casas iguales, y grandes puertas, ventanas, rejas y balcones, ocupando cada una el espacio entre dos pilares, cerca de treinta, a cada lado, que las separan todo a lo largo. En un extremo está la iglesia de Santa Cruz, monasterio de caballeros de Santiago, puesta de manera como si cerrase la calle; al otro lado está el Chano, que le llaman; es el avance de ocho calles que allí van a parar por cerca de tres o cuatro grandes casas y que forman una perspectiva graciosa.
En torno a esa Platería, pareciéndose a las nuestras de París, hay otras calles pasables, hechas en galerías sostenidas de columnas para ir por cubierto si se quiere, como en la Tonelería de París, y ese barrio es el más mercantil de Valladolid. La plaza del mercado es de las más bellas de Europa, al decir de los que han viajado; es más larga que ancha, teniendo de circuito setecientos pasos, toda con pórticos, rodeada de columnas de piedra de igual altura, como las casas encima son iguales, no solamente en altura, sino en anchura y número de huecos, de los que hay trescientos treinta, en ventanas y balcones dorados, que son en cada casa tres, el uno encima del otro, iguales como una herencia de varios hermanos. Es una cosa que alegra los ojos y la vista, como hacen también las avenidas de catorce calles que van a desembocar allí. Cerca de esa hermosa plaza hay también una pequeña, como un triángulo, formando parte del Ochavo y de la misma estructura de los pilares y bien dotada de tiendas y artesanos, que se quemó todo hará cerca de treinta y cinco años. Valladolid ha tomado las llamas por armas desde ese incendio.”
Creo que esta visión de un viajero de paso es suficientemente enriquecedora para los nativos. Apuesto a que si se recorre la Platería y su entorno tras haber leído este texto de Joly se ve la calle de otra manera. Y de paso se abandona a las ensoñaciones. El poder de las imágenes de Joly es tan evocador...
Viví durante un año en Valladolid cuando estudiaba.
ResponderEliminarMe ha gustado encontrar un blog sobre La ciudad.
La calle Platerías me gustaba mucho.
Vendré a visitar el blog.
Saludos
Anuska
Anuska, bienvenida. No dudes en pasarte cuando gustes. Así actualizas tu visión de la ciudad, claro, depende del tiempo que haga que no la visitas.
ResponderEliminarCordialmente.