A veces hay que tomar ejemplo de la naturaleza. Es un árbol pero podría ser una escultura. La configuración que muestra parece sugerirlo todo. Un cúmulo de actitudes y conductas que atribuimos a los humanos, pero que están ahí también. Son los ojos equivocados del hombre que mira, que pretende hacerlo a su imagen y semejanza. Para representar tanta belleza, los árboles no nos necesitan. Para adquirir la intrincada morfología que les dota de exuberancia y de vida nuestra presencia les es ajena. Esta unidad que enraíza lo singular y lo plural en sí misma es la pureza del Tao. Es frecuente que pase desapercibida su presencia. Pero no necesita de la humana. Aunque unas manos humanas la depositaran en su día sobre el suelo del Campo Grande para seguir manifestándose. Está junto al camino que pasa por delante de la cascada. Para mi es uno de los principales monumentos del parque. Su proximidad me hace meditar. Los títulos que he colocado en cada entrada con una posición diferente del árbol son el resultado de una parte traidora de la meditación. La que pretende adecuar su existencia a la nuestra. El árbol responde con el silencio. Puro Tao.
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