diario de un vallisoletano curioso
viernes, 30 de abril de 2010
miércoles, 28 de abril de 2010
Manufacturing in Valladolid
El humilde canalón no está puesto por las buenas. Esa parte protectora de las bajantes que da a las fachadas pretendía ser además un elemento decorativo. Me dio la pista Jesús Ángel (http://vallisoletvm.blogspot.com/) de algunos, más enteros o más desgastados, que quedan por la calle Viana. Y también al lado, en la del Peso, esas calles con entidad urbanística y de construcción, que no vulgares callejuelas, tan entrañables como las que hay por detrás de la Plaza Mayor. Los hay salidos de fundiciones diversas, algunas de Bilbao, pero en otros casos son de fabricación local, como el de la fotografía adjunta. Los Talleres Gabilondo, junto con los Talleres Miguel de Prado, fueron dos importantes núcleos industriales desde mediados del siglo XIX en nuestra ciudad.
He encontrado un texto interesante al respecto, que no me resisto a reproducir. Se trata del trabajo LA FORMACIÓN DE UN DISTRITO INDUSTRIAL METALÚRGICO EN VALLADOLID (c. 1842 - c. 1953) de Monserrat Álvarez Martín y Pedro Pablo Ortúñez Goicolea. Y en él se dice:
"La tradición metalúrgica de Valladolid, nacida con la instalación de la fundición del Canal en 1842 y continuada con los Talleres de Norte en 1861, fue proseguida por los hermanos Gabilondo, procedentes de Elorrio (Guipúzcoa). La actividad de sus talleres de fundición se inició en 1862. Tres años después, en 1865, los hermanos Gabilondo, Gabriel, Acisclo y Agustín, junto con Pedro Elisburu de Gabilondo, crearon la sociedad regular colectiva “G. Gabilondo y hermanos” cuyo objeto social inicial fue la fabricación de camas de hierro y maquinaria, además de ejercer la compra y venta de artículos de relojería. Hasta 1904 en que se convirtió en sociedad anónima, no pasó de ser una pequeña empresa familiar, con muy pocos empleados, que se dedicaba principalmente al sector de la construcción, entre otras cosas fabricando bajantes, y realizaba algunos contratos con los Talleres de Norte y con otras compañías ferroviarias, para suministrarles pequeño material de vía tal como placas, juntas, bridas, tornillos, tirafondos, etc."
Ciertamente, estos canalones pueden pasar desapercibidos. Suele acontecer con lo que nos pilla cerca y salta los ojos. Mi pretensión es revalorizarlos estética y conceptualmente. Llevar un elemento decorativo, además de protector, a una común bajante también era cosa de artistas.
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martes, 27 de abril de 2010
Ostentaciones y proscripciones
Los rótulos que se muestran aún en edificios centenarios debían ser la modernidad de la época. No solamente para destacar en el nivel social -¿quién podía tener gas hace sesenta o setenta o más años sino las clases medias y altas como las que habitaran esta vivienda de la Acera de Recoletos?- sino para manifestar el rigor de una administración que poco a poco daba la impresión de mantener a raya visual, que no efectiva, las manifestaciones de los paupérrimos. Si la afirmación del portal era toda una exhibición que dejaría acomplejados al común de los vallisoletanos proletarios, ¿constituía además una especie de certificación para elevar el valor de la vivienda? ¿Por qué esa necesidad de ostentación? ¿Se trataba de una mera medida burocrática para el control de la municipalidad y de la empresa suministradora?
La placa sobre la fachada de ladrillo donde está el bar La flor de la canela, junto al Arco de Ladrillo, resulta tajante en su afán de proscripción. Dicen los usuarios informáticos que cuando se escribe un email con mayúsculas es que estás abroncando al destinatario del mensaje. Esas mayúsculas en azulejo, ¿acaso no pretendía otro fin? Toda prohibición, ¿no lleva implícita una reprimenda moral? Las medidas posteriores serían otra cosa. Porque mendicidad, si hubo extrema necesidad, no dejó de haber jamás. Pero la belleza de la tipografía del rótulo bien pudiera ser una condescendencia que aliviara la frase contundente.
En fin, dos ejemplos de mensajes dirigidos a clases sociales en las antípodas la una de la otra. Si alguien sabe de otros carteles de época, que avise. Antes de que se pierdan. Y aunque resulten ahora demodés.
domingo, 25 de abril de 2010
La turbación de Satán
Si vais al Museo Nacional Colegio de San Gregorio no os perdáis esta figura. Paraos ante ella y contemplarla. Es toda una metáfora, pero como obra y expresión no tiene precio. Ese dinamismo aéreo en que el artista ha convertido la obra causa estupefacción. Jamás vi una representación del diablo tan de nuestros días. El ritmo apresurado, el estrés productivista, el ansia del broker, la carrera del ejecutivo...cualquier gesto de nuestro tiempo podría encarnase en esta figura despegada del suelo. Metamorfosis del hombre actual, que no acaba de caer.
sábado, 24 de abril de 2010
Por Garzón en San Pablo
viernes, 23 de abril de 2010
Los libros en el Campillo
El viejo Campillo de San Andrés o Plaza de España tenía hoy abarrotada parte de su marquesina. Mutación. De mercado de frutas, verduras y flores de las mañanas laborables a puestos de género lectura. Allí, apelmazados, los libreros han expuesto su mercancía. De paseo, encuentras a unos cuantos amigos o simplemente a gente receptiva que se despoja de la sequedad que califica al vallisoletano. Los organizadores del gremio de libreros se han traído de Salamanca a Luciano G. Egido para el ritual de firmas. El ritmo de un conjunto musical pone su punto. El público gira cuadrangularmente en torno al perímetro. Dan ganas de quedarse todo el día, deambulando.
Los ojos bien abiertos para recibir. Los ojos bien cerrados para disfrutar.
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