
Si fuera un monumento del realismo de nuestro tiempo se diría que representa la subida descomunal del precio de la vivienda. En equilibrio precario, naturalmente, con la acechadora especulación inmobiliaria y su consiguiente burbuja hecha añicos.
Pero se erigió con otra advocación, por eso de que había que llenar la ciudad de representaciones y emblemas que nos hicieran más
"modernos". Y por aquello de que hay un festival llamado Semana de Cine de Valladolid, pues había que colocar una insignia escultórica en alguna parte, vinculada al tema. Que se vea la grandiosidad provinciana, ea. Porque todo este montaje, y nunca mejor dicho, todo este atrezzo que representa el conjunto denominado
Monumento al Cine es nada más ni nada menos que una escultura. Donde los materiales hablan o enmudecen, según con qué ojos se mire la obra.

Que hay alegoría, nadie lo duda. En la casita quebradiza allá en lo alto hay quien ve la casa de
Psicosis de Hitchcock, o eso debió contar el autor de la obra. Los filtros, andamios, pantallas de plástico, escaleras y demás representarían los efectos especiales, las maquetas y los escenarios de falsete. Está ubicada en una rotonda de nuevo cuño, justo allí donde terminaban los diezmados Jardines de la Rubia. Los Jardines de la Rubia eran unos jardines de verdad, hasta que la dictadura del tráfico y los criterios municipales los abrieron en canal, trazando la prolongación del Paseo de Zorrilla.
A mi me cae simpática la obra. Tampoco es que la perspectiva urbanística que aquí se abre me merezca más entusiasmo, de ahí que diga que me cae bien, como algo entre chusco y divertido. ¿Que es el clásico monumento -y tal vez sea demasiado excelso denominarlo así- ante el cual la gente ni se para ni apenas mira? Es que los paisanos son unos desagradecidos, hombre. ¿O demasiado académicos? ¿O simplemente no hallan significado? Y si no encuentran identificación con una obra, ¿para qué sirve una escultura? Bueno, siempre hay una ocasión para observarlo con cierto afán, por ejemplo mientras el automovilista de turno se emplaza ante el semáforo en rojo y se hurga en la nariz. Para algunos ése debe ser el momento más inspirado para contemplar el Monumento al Cine.