diario de un vallisoletano curioso

lunes, 12 de julio de 2010

El camino de sirga del barrio de La Victoria

Tanto los caminos de sirga como las cañadas reales son tesoros a preservar. Tesoros sencillos que hay que mantener a salvo de la especulación inmobiliaria o de los arriesgados y ansiosos nuevos trazados de carreteras. Preciados bienes llenos de historia aunque su componente físico sea fundamentalmente tierra y polvo. Y también fue esfuerzo humano y afán de los animales de tiro. Y tesoros porque, al fin y al cabo, son de propiedad y uso público. Ambos caminos existen en este Valladolid nuestro que históricamente quedó configurado como cruce de caminos y de ríos.

Si el paseante se dirige a la desembocadura del canal de Castilla, allá por el barrio de La Victoria, pronto podrá conectar con el camino de sirga. Es esa senda de tierra que va pegada a los ribazos del Canal. Desde él, los bueyes arrastraban con maromas las barcazas que recorrían el canal realizando sus labores de transporte. Para quien no conozca demasiado el tema, adjunto las definiciones que la RAE da sobre sirga.



sirga.
1. f. Mar. Maroma que sirve para tirar las redes, para llevar las embarcaciones desde tierra, principalmente en la navegación fluvial, y para otros usos.
1. loc. adv. Mar. Dicho de navegar: Tirando de una sirga desde la orilla.

Camino de sirga.
1. m. El que a orillas de los ríos y canales sirve para llevar las embarcaciones tirando de ellas desde tierra.

El tramo que recorre por La Victoria el secular camino de sirga se siente flanqueado por el canal a un lado y por el bonito Parque que uno piensa debería ampliarse. Por allí hay unos solares enormes previstos seguramente para la barbarie urbanizadora. El parque debería crecer repoblándose de especies arbóreas que lo llenan de encanto. Piénsese que a la otra orilla del canal está La Parva de la Ría, cuyo despliegue de casas molineras o de una altura limita ya con la carretera a Fuensaldaña. Dos puentes peatonales de nueva estructura -no sé por qué a uno le recuerdan los puentes de los jardines japoneses- sustituyen con armonía y acierto la antigua pasarela de travesaños de madera por la que me impactaba pasar de niño.

En fin, que en esta época de canícula veraniega, bien merece la pena llegarse hasta esta parte recoleta y además sana de la ciudad.


2 comentarios:

  1. Sí que es un agradable paseo, de otro tiempo, sin prisas.

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  2. Tiene algo que te hace creer que estás fuera de la ciudad, como un particular ecosistema urbano. Y si el calor a última hora de la tarde aprieta hay un par de lugares, uno un merendero como los tradicionales en Parva de la Ría, y el bar que no recuerdo su nombre a este otro lado junto al canal, donde empieza el parque, cuya fachada está pintada en azul.

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