Para mi la naturaleza es ante todo el asombro. Sus leyes no siguen necesariamente las normas y funciones humanas. Con frecuencia, todo lo contrario. He fotografiado en varias ocasiones hierbas llamadas salvajes, fueran débiles, enclenques o retorcidas. Arraigadas en cualquier parte, ya sea en aleros, tejados, entre las rendijas de las baldosas de la calle, en los alféizares de las ventanas, por las fachadas, las plantas que van por su cuenta son ante todo sinónimo del empuje de la vida. Por eso mismo, porque van por su cuenta. Las semillas conducidas por el viento han procurado un viaje. Lo curioso es cómo se adaptan a los perfiles o recovecos más intrincados o recónditos, donde crecen en condiciones aparentemente extrañas.
Lo que he visto hoy me ha prendado. ¿Una planta encarcelada? Tal podría pensarse. Pero la reja, que seguramente conducirá a alguna instalación eléctrica o de saneamiento, no entiende, en su materia transformada, del entusiasmo ácrata de la hierba. Formando parte de la vida subterránea, asoma ligeramente buscando la luz. Hasta ahí llega aquello de la fotosíntesis que nos enseñaron en la escuela. Metáfora de la resistencia que podría explicar la capacidad de supervivencia también de la especie humana, inclusive en las condiciones más adversas de privación de la libertad. Esta cárcel de hierbas está en Recondo. Tal vez la mayoría de los paseantes no le den importancia. Yo brindo un homenaje.
En busca de la luz.
ResponderEliminarQué grato es encontrar estos seres y estos blogs y a sus comentaristas.. encontrando un poco de luz. Y me gusta esta consideración de la acracia (tan humilde y natural) de las hierbitas, hierbajos, malas hierbas y hierbas salvajes o asilvestradas (que no lo son)
ResponderEliminarJB. El poder de la luz es infinito. No sólo las especie lo saben, sino también la fotografía.
ResponderEliminarMe alegro y participo de esa gratitud, Casilda. De la acracia de otras especies deberíamos acaso aprender para el gobierno de la nuestra.
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