Bueno, ya pasó todo, entre la euforia excesiva y la novedad sorprendente. Subidón de autoestima, dicen algunos. ¿Era necesaria, así y de esa manera? ¿No se trataba acaso de un espectáculo y un juego, con un coste millonario, eso sí? ¿Acaso hemos dejado de hacer lo que de ordinario hacemos o no hacemos? ¿Ha cambiado algo en el fondo de cada individuo? ¿Somos más ricos, somos más generosos, somos más buenos? Se podrían hacer tantas preguntas…Pero es de Perogrullo. El que quiera seguir flotando en ese globo de la ilusión perenne, allá él. Todo sigue igual. Las banderas de los patios interiores, que no se arriaron jamás, vuelven a reafirmarse como la seña de identidad cotidiana. Son cuatro fotos, pero podrían haber sido cuarenta mil. El multicolorido de las enseñas habla por sí solo. La verdadera constitucionalidad de la ciudadanía reside en el esfuerzo por la supervivencia y el ganarse el pan día a día. Que la normalidad nos cubra con su manto pacífico.
Tenía ganas de apreciar nuevamente las verdaderas banderas, las que nunca han faltado, las que expresan los colores de nuestra carne y de nuestro descanso. Las de las familias y las de los monoparentales.
ResponderEliminarGenial, vallisoletano, genial. Que ondeen con nuestra verdadera esencia.
Elvira
Bien dicho, Elvira
ResponderEliminarYo hubiera salido a festejar la VICTORIA de los rojos -- no, no, de laroja- vestida como "La libertad guiando al pueblo por las barricadas" de Delacroix, envuelta en la bandera de la real sociedad de diletantes de españa(,S.L.), pero no encontré pueblo al que guiar.
La bandera es un mero trapo sin uso.
ResponderEliminarÉstas tienen un uso bien definido.
Elvira. Es que ésa es nuestra esencia, como bien dices. Bienvenida de nuevo.
ResponderEliminarAl pueblo, Casilda, sólo le guía la televisión. ¿No lo has visto estos días? Quince millones largos de televidentes en la final del Mundial. Berlusconi lo tiene claro: una dictadura que quiera lograr sus fines hoy día tiene que controlar los mass media esos. Aquí ya no sé si vale hablar de oprimidos. El que pone la tele para tragarse el veneno lo ha decidido -ser oprimido- por sí solo.
ResponderEliminarJG. Si es por cuestión de uso, desde luego nada como los tendederos. Lo otro, por mucho que algunos hayan hecho exhibiciones estos días pasados, ya estaba en desuso hace muchísimo.
ResponderEliminar¿Y qué pasará mañana, día 18 de eso, con las banderitas? Estoy muy intrigada.
ResponderEliminarDesde luego, me gustan mucho más las ropas tendidas, y sí el pueblo estaba enganchado a la tele y sigue y sigue
Pues que algunos aprovecharán que las tienen aún colgadas para rememorar oscuras nostalgias. Espero que este gesto sólo lo ejecute una minoría que no supera -ni sabe ni quiere- la verdad de los hechos.
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