Gustan de vestir sus altares con fantasías hueras. Las hornacinas se hicieron para prolongar la pompa efímera, para la exhibición de las vanidades y para los cultos que la soberbia de las castas han puesto siempre en marcha con el fin de perpetuarse. Muchas se van quedando en mero hueco.
Y sin embargo los espacios humildes de la verdad, de la justicia y de la equidad siguen permaneciendo vacíos en sus corazones. Por supuesto, los atributos que deberían engalanar la convivencia humana y la distribución de la riqueza brillan por su ausencia. Los edificios de la sociedad les viene grandes. Sus crisis de valor y de inteligencia nos las quieren trasladar a todos. No quiero falsas estatuas que llenen falsos espacios. Sobran las ceremonias del embuste.
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