diario de un vallisoletano curioso

miércoles, 21 de abril de 2010

El caballito protector

No todo son pintadas de la hora presente, ni de lo que se lleva habitualmente en materia de muros y extramuros. Modernidades a veces repetidas, estereotipadas. De pronto un día tienes que ir a una parte de la ciudad que no frecuentas a menudo. Y te encuentras con algo diferente. Algo que rezuma lo ingenuo, a caballo entre la especie näif y el realismo sencillo. También se proyecta desde paredes lejanas, apartadas, donde abundan los rastrojos y las hierbas salvajes. Diría que son medianerías ignoradas. Y sin embargo, qué gustazo para el lomo de esos ladrillos toscamente superpuestos. Irrumpe la nobleza decorativa; tal vez sin quererla.

Por su estado y su estilo, esta composición existente en uno de los límites de un barrio límite (el Barrio España) parece que lleva su tiempo instalada ahí. Curiosamente, unos metros próximos a ella existe un solar amplio donde acampan, y nunca mejor dicho, rulotes de feriantes en una cantidad asombrosa.

Hay algo de códice miniado en el estilo y en los elementos que acompañan al caballo. Porque no cabe duda alguna de que es un homenaje al caballo. ¿Algo que ver con los feriantes que van con sus carruseles de fiesta en fiesta? ¿Una advocación para las tareas de esas familias que se desplazan temporalmente por la piel de toro? El paisaje representado se enmarca en un paisaje doméstico y a la vez idílico. El pozo de la casa-hogar, la huerta doméstica, el jardín. Por cierto, ese jardín recuerda a los de antiguos beatos amanuenses vindicando la memoria de los jardines colgantes de Babilonia. Qué sencillez y qué exuberancia. Que permanezca ahí esta escena calma. Protectora.


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