Hoy quiero traer a este blog una pintada anónima y enigmática. No ataca. No dice viva tal o muera cual. No esgrime banderas, ni naciones, ni dioses, ni clases. Es un término humano, pero es más que eso. Es un concepto relacionado con la ética que pone el dedo en la llaga. Falsedad es la expresión de nuestro egoísmo ante la barbarie de la que son víctimas otros pueblos en el mundo. Por ejemplo, ahora mismo en lo concerniente al asalto terrorista del Estado israelí sobre los cooperantes internacionales que trasladaban ayuda y medios a los palestinos secuestrados de Gaza.
Sería deshonesto que desde una ciudad de larga trayectoria histórica como la nuestra no hiciéramos oír nuestra voz ante el sufrimiento permanente de unos (los palestinos) y el alevoso ataque que han sufrido otros (los que trasladaban ayuda humanitaria) Pero nuestra voz es débil con relación a la cobardía de los Estados y de sus organizaciones. En este contradictorio mundo hay dos varas o más de medir, según las políticas al uso. Lo cual pone en entredicho la carencia de nivel moral en las relaciones humanas. Es ahí donde la pintada que me encuentro encaja. Falsedad es la palabra clave. Todo lo que diga la ONU, la OTAN, nuestro gobierno, otros gobiernos o la UE es suave, sin comprometerse, sin decisión. A Israel siempre se le trata con guante blanco. Es la corrupción de las palabras, de sus palabras, porque lo es sobre todo de los hechos. Una elemental pintada en una calle vallisoletana deja al descubierto toda la hipocresía y barbarie que se desliza peligrosamente por el planeta. Cuestiona nuestra cultura, nuestra civilización, nuestro diezmado sentido de la justicia y del apoyo mutuo.
Hoy no quiero dedicar el blog ni a un portal ni a un jardín ni a un edificio ni a un modo de vida de mi ciudad. La mirada sobre mi ciudad sería sumamente egoísta si no dijera algo sobre ese otro lugar donde padecen y sobre la represión de que han sido objeto gente de distintas nacionalidades que pretendían llegar a Gaza. Lamento si mis palabras suenan duras. Pido que se reflexione. Nada de lo humano, por muy lejano que parezca estar, puede resultarnos extraño. No caigamos en esa actitud pérfida que es dejarnos llevar por la falsedad.
Sería deshonesto que desde una ciudad de larga trayectoria histórica como la nuestra no hiciéramos oír nuestra voz ante el sufrimiento permanente de unos (los palestinos) y el alevoso ataque que han sufrido otros (los que trasladaban ayuda humanitaria) Pero nuestra voz es débil con relación a la cobardía de los Estados y de sus organizaciones. En este contradictorio mundo hay dos varas o más de medir, según las políticas al uso. Lo cual pone en entredicho la carencia de nivel moral en las relaciones humanas. Es ahí donde la pintada que me encuentro encaja. Falsedad es la palabra clave. Todo lo que diga la ONU, la OTAN, nuestro gobierno, otros gobiernos o la UE es suave, sin comprometerse, sin decisión. A Israel siempre se le trata con guante blanco. Es la corrupción de las palabras, de sus palabras, porque lo es sobre todo de los hechos. Una elemental pintada en una calle vallisoletana deja al descubierto toda la hipocresía y barbarie que se desliza peligrosamente por el planeta. Cuestiona nuestra cultura, nuestra civilización, nuestro diezmado sentido de la justicia y del apoyo mutuo.
Hoy no quiero dedicar el blog ni a un portal ni a un jardín ni a un edificio ni a un modo de vida de mi ciudad. La mirada sobre mi ciudad sería sumamente egoísta si no dijera algo sobre ese otro lugar donde padecen y sobre la represión de que han sido objeto gente de distintas nacionalidades que pretendían llegar a Gaza. Lamento si mis palabras suenan duras. Pido que se reflexione. Nada de lo humano, por muy lejano que parezca estar, puede resultarnos extraño. No caigamos en esa actitud pérfida que es dejarnos llevar por la falsedad.
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