diario de un vallisoletano curioso

jueves, 10 de junio de 2010

Un paraíso que ya no lo es tanto

Cuando estaba en alza el material, que aparecía como revolucionario y salvador debido al coste y al uso, se conoció el establecimiento como El Paraíso del Plástico. El plástico está vinculado al desarrollismo español. Tenía un aura de modernidad que nos conectaba con Europa ante de que fuéramos un poquito Europa. Incluso ya en la década de los cincuenta del siglo veinte hizo sus primeros asomos, si bien su acogida era lenta. A la gente le gustaba aún beber en vidrio y comer en la loza o en la cerámica de siempre, aunque también se iba instalando el duralex. Amaba las sillas tradicionales, los juguetes de hojalata y de madera y los manteles de punto o la mesa a pelo. Aún la cantimplora de plástico tenía que competir con el botijo, y yo siempre he lamentado el desplazamiento de éste. O es manía mía o el agua no sabía igual.

Pero el plástico se impuso. Fue uno de los comercios más concurridos, en una de las calles más transitadas, Teresa Gil. En estas fechas, los juguetes veraniegos desplazaban a los de siempre y los primeros domingueros hacían su acopio de mesas y sillas de plegar muy en línea de las películas de José Luis López Vázquez y otros iconos de nuestras costumbres.

La vejez tiene algo de territorio sedimentado y con escaso pudor al que no le importa revelar su pasado. Y tras aquel nombre rimbombante resulta que había uno anterior. Uno que se muestra ahora semiborroso, aunque con unas letras no superadas por las tipografías del rótulo luminoso que se lleva en otros lares. Hoy se ve la fachada achacosa, y acaso el comercio esté en las últimas. O acaso sólamente en tránsito. El burka verde que cubre la fachada anuncia una rehabilitación del edificio, más que un derribo en toda regla. Pero nunca se sabe. La gente perdona el aspecto desmejorado, pero sea lo que sea hoy día, en cruel competencia con los chinos y demás todo a cien, siempre será el Paraíso del Plástico. Aunque el realista que pasa a mi lado me comenta: ya, pero más bien el Paraíso Perdido. Uno se deja llevar por recuerdos y nostalgias y, aunque cada vez es menos partidario de estos productos derivados de los hidrocarburos y otras entrañas químicas que lo contaminan todo, mira el interior de la tienda por ver si queda algo de aquel género que sus mayores solían comprar.



4 comentarios:

  1. No es manía tuya, no sabe igual el agua en una botella de pástico que el agua de un botijo. Como tampoco sabe igual el agua calentada a fuego que calentada a microondas.

    La gotita de anís, el botijo en el umbral de la puerta, incluso el botijo colgado con un cordelito de la estrella de un Mercedes camino de Alange, he llegado a ver.

    Aún queda alguna tienda de plásticos en estado semidecente por ahí, pienso en una de la calle San Francisco de Santander o en el Resopal que había cerca de la Plaza de Olavide de Madrid. Miles de cosas perfectamente organizadas y tentadoras, que evocan con su sola presencia en casa una realidad feliz (es lo que tiene el orden de las tiendas...)

    Pero luego se pone mustio y oscurecido por la contaminación, se estropea y se aja. Decididamente es mil veces mejor el vidrio, la loza y la madera de olivo. A pesar de los paraisos.

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  2. Nada que añadir, Marta. Lo precisas mejor que yo. Lo que me llama la atención de esta tienda que saco a relucir es lo deteriorada que se encuentra su fachada. Supongo que la gente entrará allí porque ya lo sabe, porque es de siempre, pero la fachada ahora mismo está deprimente. Y, sin embargo, ese sabor añejo qué deleitoso resulta para la memoria, ¿a que sí?

    Gracias por tu aportación.

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  3. A mi me da una penica una tienda que hay en Labradores.
    Es una tienda de ropa,y en el escaparate tiene ropa de hace 20 años,A veces pone botellas de vino casero también a la venta.
    Y siempre está vacia,siempre.
    Y Siempre está el dueño con sú bata azul de dependiente de antaño,con sú postura de dependiente ,manos a la espalda,mirando a ver si entra alguién.
    Creo que se va a dar por vencidoa,acaba de colgar un cartel


    Llevo aqui 31 años y dos meses

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  4. Hola, Bati, me alegro saber que sigues por esos mundos. Imagino qué tienda dices, porque un día me chocó ver que entre bragas y corsés había botellas de vino verdejo. Igual un día de estos paso y entro a hablar con el señor. O le compro un verdejo casero. Esas tiendas responden a un modelo de comercio desplazado por otras de competencia feroz (qué te voy a contar a ti)

    La evolución de los acontecimientos vence hasta los sentimentalismos.

    Un beso.

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